Cuentan quienes le conocen que si algo viene de serie en la forma de ser de Francisco Javier Falo, director general de Salud Pública del Gobierno de Aragón, es su sana obsesión por comunicar. Consciente de que se mueve en un área donde suceden situaciones que pueden generar un gran impacto social, Francis, como todo el mundo le conoce, es didáctico en las formas y en el fondo. Y eso es algo que todo el mundo agradece y le agradece. Su manera de explicar la evolución del coronavirus y cómo las medidas aplicadas podrían contenerlo es tan comprensible que logra llegar al ciudadano.

Su rostro se ha colado en los últimos días en los hogares aragoneses y hay quien ya lo ha bautizado como el Fernando Simón de Aragón que, por cierto, también es aragonés. Francis, elegido por el Ejecutivo de Lambán como la persona al frente del equipo que, diariamente, ofrece el balance de casos en la comunidad, ya gestionó en el 2009, durante el mandato de Marcelino Iglesias en Aragón y al frente del mismo cargo que ahora ocupa, la crisis desatada por la gripe A. Pero aquello no tiene nada que ver con el coronavirus. Él mismo lo reconocía esta semana ante algunos algunos periodistas fuera de micro. Esta vez está siendo peor.

Son días de pocas horas de sueño, de redoblar esfuerzos, de asistir a una evolución epidemiológica cambiante con más de un quebradero de cabeza y de muchas horas de trabajo tanto en el despacho como con su equipo. Un equipo al que, aseguran, ha sabido unir todavía más gracias a su buen talante para facilitar el trabajo y hacer de la dirección de Salud Pública una máquina que avanza con las piezas totalmente engranadas. Experto en los suyo, Francis lleva toda la vida dedicado a lo mismo y sabe de lo que habla.

Estos días, en muchas de las comparecencias oficiales, algunos consejeros le han cedido, sin temblar, la palabra para que fuera él quien valorara la situación. La enfermedad no entiende de cargos y Francis es algo así como la voz técnica del coronavirus en Aragón.

La presión no le puede. Si es así nunca lo aparenta. Y se muestra de igual forma tanto delante como detrás de las cámaras. Es un hombre calmado, que sabe cuándo poner la pausa y la explicación perfecta cuando la situación, llámese coronavirus, gripe, paperas o varicela, se va de madre.

De él alaban también su paciencia. Que puede ser infinita, cuentan algunos. Ese talante, unido a la versión didáctica con la que siempre quiere explicar todo de manera entendible, también le ayuda a gestionar un escenario nuevo para él: la primera pandemia con las redes sociales rugiendo a todo gas. Bulos informativos, audios y mensajes en cadena que corren a través de los grupos de Whatssap.

Para él, que ve en la comunicación veraz y oficial su salvoconducto para llegar a un ciudadano al que quiere proteger por encima de todo, el universo Internet se le escapa. Y este quizás sea, salvando las distancias con la gravedad del asunto, uno de los escenarios que más le molesta porque se está jugando con la vida de las personas. La situación exige más lecciones de didáctica (y de verdad) como las de Francis y menos tonterías.