Estos días no se dan las idas y venidas habituales en la estación Delicias. Ya apenas nadie se echa a la carrera para evitar perder su tren. Ya no existen los abrazos en los andenes ni las despedidas acaloradas. La estación de trenes y autobuses de Zaragoza es ahora un desierto de hormigón cuyo tráfico se ha reducido hasta el mínimo. Solo están abiertos los dos vestíbulos (el de salidas y el de llegadas) y el acceso a las dársenas de los autobuses. Por lo demás, se ven más personas que trabajan en la propia estación que usuarios. Eso sí, los que todavía quedan, tienen por delante de sí o tras de sí viajes que no esperaban realizar.

María Pilar y su marido, que prefiere no decir el nombre ya que la que habla es ella, han vuelto hoy mismo de México. Allí se marcharon el 12 de marzo, antes del decreto del estado de alarma, y tenían planeado pasarse dos meses de vacaciones. El viaje era por un motivo muy especial, el de la boda de su hijo, que reside al otro lado del charco. Para aprovechar la estancia iban a visitar también Cuba. Pero ahora, “todo se ha pospuesto”. “Todo, todo. Hasta la boda”, insistía la mujer. Esperando a que viniera un taxi desde Almudévar, su pueblo, el matrimonio explicaba su particular odisea con todo lujo de detalles.

“Cuando llegamos a México, su presidente dijo que no pasaba nada. Que nos podíamos abrazar los unos con los otros”, contaba ella con desparpajo. Entonces se fueron a Cuba, “donde nos dijeron que no iba a pasar nada porque tenían la vacuna ya inventada”. Pero al poco tiempo todo se truncó, y las agencias de viajes informaron a sus clientes que tenían que salir del país. En el aeropuerto de La Habana se encontraron con una manifestación de 200 argentinos a los que les habían cancelado su viaje. “Nos dijeron que hasta 80.000 personas estaban intentando salir de la isla. Nosotros, para llegar a México, tuvimos que comprar un vuelo con escala en Panamá, y una vez en México, Iberia nos cambió los billetes para poder volver a España”, relataba.

Ya en España la situación les ha sorprendido, aunque habían estado informados por su familia a través de Whatsapp. Barajas estaba “desierto” y para llegar hasta Atocha tuvieron que coger dos taxis, uno para cada uno. Ya en el AVE, compartían el vagón con cuatro personas más. “Pero bueno, ya está. Ahora al pueblo a pasar la cuarentena”, sentenciaba María Pilar apartándose la mascarilla de la cara.

VUELTA A CASA POR LA CUARENTENA

Otro joven deambulaba por la estación. Acababa de llegar de Madrid y se dirigía hacia Barbastro, donde residen sus padres. “Estoy buscando por dónde acceder, como está todo cortado me he liado”, decía Alfredo, pues ese era su nombre. La situación la calificaba como “muy impactante” y su familia estaba “nerviosa”. “Es todo muy raro, pero hay que hacerse a esto. Una vez llegue a casa -explicaba cuando ya había dado con cómo acceder a las dársenas del bus- me quedaré allí hasta que todo pasé. Si no estaremos así hasta el 2025”.

Freula también esperaba esta mañana para coger su bus. Él, de Oviedo, estaba en Lleida con su novia, pero había decidido volver a casa para la tranquilidad de su familia. “He venido en AVE solo prácticamente. La combinación para llegar hasta Asturias desde allí es complicada y tenía que pasar por Zaragoza. A mi bus le quedan dos horas todavía”, comentaba con un iPad en la mano. El decreto del estado de alarma le pilló en la ciudad catalana, y hasta hoy no había podido volver. “Lo que quede lo pasaré allí ya”, explicaba, para después hablar de lo bonito que es Oviedo y de su clásica rivalidad con Gijón. “Si no habéis estado os lo recomiendo”, añadía. Habrá que esperar todavía unas semanas.

Un joven esperando en la estación de buses solo. ÁNGEL DE CASTRO.

Los mayores que van al médico son de los viajeros más habituales que ocupan las salas de espera de la estación Delicias durante estos días. Gloria, de Gallur, era esta mañana una de estas personas. Está “bien”, decía. Su visita se debía a un chequeo rutinario. Ahora esperaba para coger un tren hacia su pueblo. “Allí las cosas están bien. Todo el mundo se está quedando en casa y no hay todavía ningún caso. Así que a ver si seguimos así”, zanjaba para después resguardarse bajo su pañuelo. “Soy muy vergonzosa”, se disculpaba.

El coronavirus está causando un gran estrago en la economía de muchas familias. Y también en la de muchos jóvenes. “Me han despedido por la crisis actual. Soy sevillana y trabajaba como arquitecta en Pamplona, así que me vuelvo a casa”, explicaba Bea, rodeada de maletas, varias bolsas y una bicicleta desmontada y atada a un carrito. El suyo no era un viaje más, pues llevaba consigo todas sus pertenencias, y eso que ya había enviado algunas por Correos.

"Me han despedido por la ciris actual. Soy sevillana y trabajaba como arquitecta en Pamplona, así que me vuelvo a casa"

“Sin ingresos no me podía mantener en Pamplona. No me quedaba otra. La bici la compré hace un mes por Walapop, pero me la quería traer, oye”, contaba con una alegría que no rimaba con su situación. Antes de emprender su viaje, Bea se puso en contacto con la Policía para evitar posibles multas, pero aún así va “intranquila”. “Solo faltaría eso, que me sancionaran”, reía. Es por ello por lo que lleva consigo su carta de despido para poder demostrar a las autoridades, en caso de que le diesen el alto, el motivo de su travesía. “Tengo muchas ganas de llegar. Es todo muy raro. Tengo miedo ya no solo de que me multen, sino también de poder coger algo en el viaje y perjudicar a mi familia. Pero bueno, todo pasará. ¿Vosotros qué tal vais?”, preguntaba. Bien. O como todos. Gracias por preguntar, Bea.

LOS DATOS: La demanda de trenes cae en Aragón un 95% por el estado de alarma

La demanda de los trenes de alta y media distancia de los cercanías ha caído un 95% en Aragón desde que se declaró el estado de alarma y se redujo el servicio y el aforo. Aunque el servicio de cercanías se mantuvo, el Ministerio de Fomento está estudiando reducir también el número de trenes para adaptarlo a la demanda actual. Además, hay horarios que se han visto alterados como el del canfranero, con viajes suprimidos, como sucede también con el de Calatayud. Para subir hasta la estación pirenaica ya no estarán disponibles los trenes de las 15.42 ni el de regreso de las 6.00 horas. Por otro lado, el número de usuarios de los autobuses del Consorcio de Transporte del Área Metropolitana de Zaragoza ha caído alrededor del 80% en la última semana.