Todos los jóvenes recuerdan lo que hicieron el último verano y, sin duda, recordarán como será el que viene, porque nada tendrá que ver con lo vivido hasta ahora. Como norma, es habitual aprovechar las vacaciones para hacer cosas diferentes y salir de la monotonía. No debería ser diferente está vez, aunque deberán seguirse las restricciones y consejos sanitarios obligados por el nuevo compañero de viaje, el covid-19.

En primer lugar, comenzar por los que se van. Cientos de jóvenes aprovechan las vacaciones de verano para emprender viajes de estudios al extranjero para así mejorar y profundizar en el aprendizaje de otro idioma y vivir su primera experiencia lejos de casa. «En julio solemos mandar alrededor de 100 estudiantes, a Inglaterra, Irlanda, Estados Unidos, Canada... desde los 10 a los 17 años. Este verano no hay ningún tipo de viaje, los comerciales no pueden visitar los centros educativos y ningún padre se va a atrever a mandar a su hijo cuando se levante el confinamiento. Trabajamos con alrededor de 150 colegios en Huesca, Zaragoza y Teruel y estancias en el extranjero en principio hasta diciembre no vamos a poder realizar», indica Carlos Fernández, director de ANCAR actividades.

Aquellos que se queden podrán disfrutar de las actividades al aire libre, ya sea en excursiones a la montaña o a la playa, eso sí, en grupos reducidos y cumpliendo los consejos sanitarios.

Además, las ciudades no se detendrán. Durante el verano, el Ayuntamiento de Zaragoza acostumbra a llenar la ciudad de actos y propuestas. Con el programa Zaragoza a la fresca las plazas, parques y calles de la capital aragonesa se llenan de música, teatro, danza, magia, clown, acrobacias y humor gracias a un ciclo estival que anima a la costumbre de estar en la calle. A través del servicio de centros cívicos, casi 15 barrios circundantes del centro de Zaragoza ofertan un plan de ocio y cultura de forma gratuita. Nada será igual, pero sus celebraciones al aire libre les conceden más oportunidades de poder llevarse a cabo.

Las piscinas son un clásico del verano que, ahora mismo, está en entredicho. Por el momento, el Ayuntamiento ve poco probable arrancar la temporada el 6 de junio, como estaba previsto. Permanecerán cerradas y el consistorio, más adelante, prevé limitar los aforos y bajar las tarifas si tiene que recortar el servicio.

Pero no se acaba ahí el verano. Los conciertos previstos en la ciudad permanecen a la espera. El Slap! Festival, programado en el camping de Zaragoza del 26 al 28 de junio, ha sido el primero en echar la persiana, el resto están pendientes de conocer las condiciones que ofrecerán los pasos de la desescalada. Dos de los grandes eventos culturales del verano, el Monegros Desert Festival y el Vive Latino están anunciados para el 1 de agosto y del 11 al 12 de septiembre, respectivamente. A la espera de ver como evoluciona la pandemia, las organizaciones no tardarán mucho tiempo en tomar una decisión ya que son eventos que tenían previsto reunir alrededor de 50.000 personas.

Los cines, teatros, bibliotecas y ludotecas padecen los mismos síntomas. La reducción de los aforos complica la proyección de películas, obras o espectáculos programados para este verano. Los talleres de verano en las bibliotecas públicas de El Rabal, Manuel Alvar en las Delicias o Miguel de Cervantes en el distrito Universidad, no pueden definir todavía su programa ante la dificultad y desconocimiento que imprimen las advertencias sanitarias

Mención especial para los cines de verano o al aire libre. A lo largo de los últimos años, las noches de verano del Joaquín Roncal, del Caixaforum o de la Terraza las Ocas en el Parque Grande José Antonio Labordeta han recuperado está tradición tan cercana a la niñez. Su disposición parece que podría cumplir las restricciones aconsejadas por las autoridades sanitarias y abrir una ventana de luz en mitad de la noche.

Todo dependerá de las directrices que marque el Gobierno para que muchas de las actividades puedan desarrollarse con normalidad. Por el momento, atrás quedan los planes, viajes programados, piscinas abarrotadas y verbenas de pueblo donde no cabe un alfiler. El 23 de junio, la noche de San Juan inaugurará el verano más inverosímil vivido hasta ahora.