Muchos son los sectores que esta semana han comenzado a vivir las duras consecuencias que el covid-19 está dejando. Los autónomos se han visto obligados a cerrar sus negocios haciendo frente a las facturas que siguen llegando pero sin un sueldo para ellos ni para los trabajadores contratados; las grandes empresas han mandado a sus empleados al paro asegurándoles que les volverán a contratar cuando todo esto pase; y las empleadas de hogar, de la noche a la mañana, se han visto en la calle sin nada que les garantice volver a trabajar donde estaban antes y sin dinero para poder seguir pagando el alquiler y mandar los ahorros a sus familiares que se encuentran en sus países de origen.

La portavoz de la Asociación Empleadas de Hogar y Cuidados de Zaragoza, Carolina García, asegura que las pocas que han mantenido sus trabajos son las internas. «Ellas ahora no pueden disfrutar de sus horas libres, por lo que el encierro que vivían, ahora es mucho mayor». Es el caso de Margarita, nombre ficticio, que asegura que el acuerdo que ella tenía le permitía salir de la casa en la que trabaja «dos días al mes». «Salía un viernes y regresaba un sábado, pero desde que decretaron el Estado de Alarma, decidieron que no tenía derecho a mis horas libres», cuenta.

Paz, nombre ficticio de nuevo para salvaguardar su identidad, explicó que, tras pedirle a la persona de la que cuidaba el certificado de movilidad para poder salir en las horas libres que le correspondían, recibió la noticia de que se le acababa el contrato. Paz se ha visto en la calle de un día para otro y su compañera, ya que estaban dos cuidando de unas personas mayores en una misma casa, se ha quedado sola haciendo el trabajo que antes hacían ambas.

Limpieza

Eli Delsier hace una semana trabajaba por horas limpiando por las noches una cafetería, cuidaba también de una persona mayor de 90 años los fines de semana y, además, entre semana se encargaba de la limpieza de una casa, así como de ir a recoger a los niños del colegio y llevarlos a casa y estar con ellos hasta que los padres volvían de trabajar. «Es una situación bastante complicada porque me han echado de los tres trabajos», explica.

El fin de semana pasado fueron sus últimos días y asegura que tomó todas las medidas posibles para evitar ser contagiada y poder pasárselo a la señora que cuidaba. «Salí de casa una hora antes para ir andando y no tener que coger el autobús y con mis propios materiales y medios evité en todo momento tener contacto con barandillas, ascensores y puertas». Delsier asegura que el temor que siente ahora mismo «es muy grande» porque, tanto ella como sus compañeras, trabajan sin contrato y, por lo tanto, ninguna ha podido mantener su puesto porque si salen para ir a trabajar y les para la policía, no pueden justificar que van a trabajar.

De momento, Delsier asegura que vive «el día a día» pero que es una sensación «muy frustrante» porque solo cuenta con el dinero de lo último que trabajó y con la tarjeta de alimentación que el Ayuntamiento de Zaragoza le proporciona para poder seguir pudiendo acceder a unos servicios básicos.

Delsier hace un llamamiento a la sociedad para que se piense en todas esas mujeres que han salido de sus países «por necesidad» debido a que serán ellas las que cuando esta situación acabe, serán ellas las que vuelvan «a estar disponibles para cuidar de sus mayores, de sus casas y sus niños».

Pilar, nombre ficticio, trabajaba cuidando a un señor mayor pero el pasado domingo prescindió de sus cuidados. «Yo le dije que me podía quedar de interna y así le ayudaba con la casa, la compra y las comidas, pero me dijo que no». Pilar asegura que, si por el mismo sueldo le hubiera dicho de trabajar más y quedarse interna, se hubiera quedado «solo por mantener el trabajo» debido a que era su «única fuente de ingresos».

Desde casa, Pilar sigue buscando trabajo a pesar de que es consciente de que «no es el mejor momento porque todo está cerrado». Aun así, no puede dejar de intentarlo debido a que en Colombia tiene familia a la que le manda dinero y un alquiler que seguir pagando aquí.

Todas estas mujeres se encuentran «desprotegidas» debido a que están siendo despedidas «en masa» sin derecho a «un Expediente de Regulación Temporal de Empleo, ni prestaciones de paro, con reducciones de salario, y sin ni siquiera, en muchos casos, tener un lugar al que poder ir a vivir».

Un sector que cobra en B

Como ya informó este diario hace tres meses, el número de empleadas del hogar dadas de alta en la Seguridad Social no ha dejado de caer en los últimos tres años. A finales del 2019, la comunidad contaba con 11.040 afiliadas en el Sistema Especial de Empleadas de Hogar, frente a las 11.610 que había en el 2018. Los sindicatos ya explicaron que la disminución de cotizantes no significaba que hubiera menos empleadas, sino que muchas habían vuelto a la economía sumergida. Una situación que vuelve a salir a la luz ahora cuando muchas de ellas están siendo despedidas sin ninguna garantía.