"No dejaré que, por razones equivocadas, se asiente una lentitud injustificada" en la campaña de vacunación contra el covid-19, prometió el presidente francés, Emmanuel Macron, a sus compatriotas el pasado 31 de diciembre. Este domingo, las cifras pusieron en evidencia la fractura entre la promesa presidencial y la realidad sobre el terreno: mientras cerca de un millón de británicos y más de 250.000 alemanes ya habían recibido la primera dosis de la vacuna, menos de 500 franceses habían sido vacunados, según los datos de Covidtracker.

Ante tal diferencia, las críticas contra la estrategia de vacunación se multiplican. "Considero que hoy estamos frente a un escándalo de Estado", ha estimado este lunes el presidente de la región Grand Est, Jean Rottner. "Estamos aplicando una política que ha demostrado ser un fracaso en el pasado: mascarillas, test, ahora la vacunación", lamenta Rottner, médico de formación, antes de señalar "una […] falta de preparación, de irresponsabilidad". "Se están burlando de nosotros. Hoy en día vacunarse es más complicado que comprar un coche", resume el diputado conservador.

"Excesiva" burocracia

En el centro de todas las miradas, el ministro de Sanidad, Oliver Véran, ha tratado en múltiples ocasiones de mitigar la polémica a través de su cuenta de Twitter: "Estén tranquilos. La campaña de vacunación cobrará pronto impulso", escribió el 31 de diciembre, "la Alta Autoridad de Salud ha decidido dar prioridad a las personas vulnerables en instalaciones colectivas [residencias de mayores]", señaló tratando de justificar la dilación. Si bien, la lentitud de la campaña de vacunación también estaría relacionada con la pesada burocracia impuesta por el Gobierno: "El Comité Nacional Consultivo de Ética requiere que cada persona vacunada haya dado su consentimiento informado tras un examen médico. Esta es una promesa de confianza para nuestros conciudadanos. Este paso es esencial y lo respetamos", recordó Véran.

Para la Academia Nacional de Medicina, tales precauciones burocráticas son "excesivas" y, lejos de serenar a los franceses, podrían "suscitar […] una creciente falta de comprensión vis-à-vis de una campaña cuyo lanzamiento parece carecer de determinación". Esta "extrema cautela asumida por las autoridades sanitarias", en detrimento de "la posibilidad de simplificar estos procedimientos en la fase preliminar", se traduce en un "comienzo muy lento" de la campaña de vacunación, alerta la institución médica en un comunicado del 30 de diciembre.

Objetivo: vacunar a 26 millones de franceses antes del verano

Si en un principio el Gobierno optó por priorizar la vacunación en los centros de personas mayores, a partir de este lunes, el personal médico mayor de 50 años podrá vacunarse en los centros que disponen ya del suero de Pfizer-BioNTech, el único aprobado por ahora en Francia. A este anuncio del ministro de Sanidad, se suma su promesa de abrir centros de vacunación a principios del próximo mes de febrero para "comenzar a vacunar a las personas de más de 75 años y, después, a las de más de 65", y así sucesivamente.

A pesar de la irrefutable lentitud de la campaña, el Gobierno de Macron no ha rectificado su objetivo: vacunar a 26 millones de franceses antes del verano. Una meta inverosímil a la vista de la cadencia actual. "A este ritmo, seguiremos todavía aquí dentro de 5.000 años", deploró el exdirector general de Salud, William Dab, el pasado 2 de enero en el diario Le Parisien.

Francia habría recibido ya 500.000 dosis de la vacuna de Pfizer-BioNTech, según el portavoz del Gobierno, Gabriel Attal, y recibirá 500.000 más esta misma semana. Ahora sólo queda establecer una estrategia capaz de acelerar su distribución. Este mismo lunes, el presidente francés tiene previsto reunirse con su primer ministro, Jean Castex, y con el ministro de Sanidad para abordar esta espinosa misión cuyo lanzamiento es, cuando menos, problemático. Mientras tanto, el Hexágono registra más de 65.000 muertes por coronavirus desde el inicio de la pandemia y más de 12.400 contagios en las últimas 24 horas.