El material de autoprotección contra el contagio de coronavirus escasea ya en numerosas funerarias. La carestía de mascarillas, guantes y monos aislantes se está haciendo especialmente acuciante en las grandes ciudades, confirman a 'El Periódico de Catalunya' fuentes del sector.

La situación se deteriora desde hace tres días. Una circular de Panasef, la Patronal Nacional de Servicios Funerarios, urgía a sus socios y empresas el pasado 17 de marzo, solo tres días después del arranque del estado de alarma, a informar cuándo prevén quedarse sin existencias: "Os solicitamos que hagáis un ejercicio de responsabilidad -tened en cuenta que el material escasea y que procederá de los centros sanitarios- y debéis remitirnos un mail a con la previsión exacta de hasta cuándo tenéis material para el ritmo de trabajo actual; es decir, días exactos para quedaros sin ninguna unidad de cualquier tipo de material", dice la nota.

Nadie en el sector sabe los días exactos. Coinciden las fuentes consultadas en señalar este fin de semana como un punto crítico.

ESTRICTAS EXIGENCIAS

El pasado 13 de marzo, el ministerio de Sanidad emitió un "Procedimiento para el manejo de cadáveres de casos de COVID-19", un manual de instrucciones de 11 páginas en el que se dan indicaciones estrictas, como la orden número 3: "Las actuaciones extrahospitalarias sobre el cadáver se limitarán al mínimo imprescindible (por ejemplo, la extracción de marcapasos). Éstas deben ser realizadas por personal de la funeraria, que debe ser informado de que se trata de un cadáver de una persona fallecida por COVID-19".

Ese mismo capítulo, después de otro que desaconseja las autopsias, establece la norma principal para los funerarios: "deberán aplicar medidas de protección similares a las recomendadas para el personal sanitario que atiende a pacientes de COVID-19". O sea, necesitan mascarillas, guantes, bata o mono y protección ocular.

Pero en los pueblos de la provincia de Burgos, con ritmos estos días de siete muertos en 48 horas, un empresario funerario refiere que le quedan mascarillas para 50 casos; no más.

En Madrid la situación es acuciante en la capital, y algo menos fuera, donde "están mejor surtidas de EPIs (Equipos de Protección Individual) las funerarias autorizadas para recogidas judiciales", explica David C., profesional del sector. Por "recogida judicial" se entienden los accidentes y las catástrofes. Las funerarias que los atienden, efectivamente guardan un stock que, en realidad, deberían tener todos estos negocios. Cuando se fundan, pasan la inspección mostrando el adecuado stock de material, pero luego se van relajando.

En Cantabria "estamos bajo mínimos -admite David G., empresario funerario-. Es que hace apenas una semana no se usaban tantas mascarillas" Esta fuente se desespera con la situación: "En el estado de alarma nos consideran personal sanitario, pero hemos llamado a nuestra sanidad y poco menos que nos dicen que nos vamos a tener que buscar la vida".

"En ocasiones, si van los operarios al hospital, preguntan al personal si no tendrán por ahí de sobra algún sudario", relata un colega leonés del anterior. Y en Barcelona, portavoces de Mémora, principal empresa gestora de servicios fúnebres en Cataluña, aseguran: "Estamos en la misma situación que el resto de empresas funerarias: buscando alternativas de suministro en previsión de la situación para los próximos días". Una portavoz del grupo Áltima, que gestiona tanatorios en las provincias de Barcelona y Gerona, resume: "Estamos igual".

En Valencia, Isabel Ortega, propietaria de una destacada firma del sector, asegura: "No sé si nos van a servir o no material los de la Consejería de Sanidad, pero, cuando se nos acabe, yo no voy a poner en riesgo a mi gente".

RECELO EN LA MORGUE

Al gasto de material contribuye la situación de alarma en círculo vicioso. No es solo el protocolo, "es también que la gente muere ahora más en sus domicilios, porque no pueden ir a morir al hospital", relata David G.. Y si vas a la casa nunca tienes claro qué es lo que hay. Y, ante la duda, tenemos que ir protegidos".

Pero parecidas dudas asaltan a los operarios de la recogida y transporte de cadáveres cuando acuden al hospital. Cuando una persona fallece, por ejemplo, en una UCI, los celadores de la clínica desinfectan e introducen su cuerpo en un sudario, generalmente de PVC, y, si no hay autopsia, lo trasladan a las cámaras frías de la morgue, donde esperará la llegada del coche mortuorio. Una pareja de operarios funerarios, cuando llegan, consulta el certificado de defunción. Y ahí no siempre está toda la información: "Llego al hospital y me encuentro en causa de la muerte un nada concreto "neumonía bilateral". Así que no tienes más remedio que preguntar: "¿Pero esto es coronavirus?", relata un veterano leonés del sector.

"Yo me he encontrado como causa un "infección respiratoria". Así que, mascarilla, guantes y mono, porque eso puede ser lo que creo que es", relata David, el cántabro. "A veces pone "bronconeumonía", y tienes que preguntar a las enfermeras", relata su tocayo madrileño.

FÚNEBRES, PERO SIN POMPA

El día 18, en Castilla y León la "instrucción de la Dirección General de Salud Pública marcando las prioridades en materia de sanidad mortuoria" declaró prohibidos los velatorios en su territorio. La palabra afecto aparece en la frialdad del texto burocrático, y para proscribirla: "Se prohíben todos los velatorios tanto en instalaciones públicas como privadas. Se restringirá la comitiva para el enterramiento o despedida de cremación a los familiares más cercanos, guardando entre las personas una distancia 1-2 metros. Así mismo se procurará evitar todo tipo de manifestaciones afectuosas".

En el negocio funerario se está dando una paradoja: cuando más perentorios son sus servicios, se hunden sus beneficios. Hasta un 50% en los primeros días de alarma, coinciden en señalar la mayoría de las fuentes consultadas. La crisis del coronavirus y las medidas de confinamiento han fulminado todo lo que es, literalmente, pompa fúnebre: no se alquilan salas de tanatorio porque están prohibidos los velatorios (antes costaban una media de 700 euros), no se va al bar del local para aliviarse, ni se compran ni mandan flores, ni se imprimen recordatorios, ni se maquilla o arregla a los difuntos, ni se gasta en ataúdes caros que nadie va a ver.

Es más: apenas hay tiempo ya en Castilla para enterrar. La orden de la Junta dice: "No se realizarán actuaciones de limpieza ni intervenciones de tanatopraxia o tanatoestética sobre ningún cadáver", y añade: "No será necesario esperar 24 horas para dar destino final al cadáver".

Un funerario leonés lo explica más castizamente: "Sólo podemos ensobrar y al horno". Por "ensobrar", o meter en el sobre, se entiende en el argot del sector colocar el cuerpo en el ataúd. "No podemos hacer otra cosa que llegar y echar el saco al ataúd", cuenta David, el empresario cántabro, aquejado de la misma urgencia. Los ataúdes más baratos del mercado cuestan 200 euros.

Es el panorama entre paradojas: desde que estalló la epidemia son menos las muertes ordinarias, pues no hay apenas cirugías, ni accidentes de tráfico, ni siniestros laborales. Las muertes que daban beneficios y empleo son sustituidas por óbitos de emergencia, urgentes y ruinosos.