Parir es el esfuerzo psicológico y físico más fuerte que una mujer puede acometer en su vida. El embarazo es una carrera de obstáculos en la que te emocionas y te asustas a partes iguales. Y el puerperio, unos días complicados en los que se necesitan toneladas de apoyo emocional. Todo esto, en circunstancias normales, circustancias felices. Pero si le añadimos una pandemia, el resultado es una entrada a la maternidad épica. Nos lo cuentan tres mujeres que están pasando por ello.

El parto

Leo nació el pasado 14 de marzo en el hospital general de Alicante. Se asomó al mundo a las 20.48 horas, minutos después de que el presidente del Gobierno decretara el estado de alarma por la expansión del coronavirus. En la sala de partos hubo emoción. Y lagrimillas por la nueva vida. Igual que en todos los partos. Pero el de Leo fue especial. A él le rodearon expresiones como "calma, calma", "jabón y agua", "gel desinfectante", "no salgáis de la habitación", y "nada de visitas". Sus papás, Paula y Álvaro, jamás imaginaron que dar a luz sería semejante carrera de obstáculos. Los tres están bien. Contando los días para volver a La Vida (la de antes).

"Hace meses, cuando decidimos cumplir nuestro sueño de tener un hijo, nunca pensábamos lo que estaba por venir", explica Paula Panadero. Maestra de Infantil de 32 años, solo tiene palabras de agradecimiento para todo el personal del hospital, donde estuvo ingresada cuatro días. La primera advertencia fue la de no salir de la habitación más allá de lo imprescindible. "Mi marido tenía que salir a comprar su comida, así que pidió una mascarilla. Tras muchas negativas, una ginecóloga que tuvo mucha empatía con nosotros, se la dio bajo manga. Todos los profesionales del hospital deberían llevarla pero, por la escasez, solo unos pocos lo hacían. Debían estar contadas y bajo llave". A Paula y Álvaro les repetían una y otra vez la suma importancia de lavarse las manos con agua y jabón durante 20 segundos y después ponerse gel desinfectante.

Nueve anestesistas del hospital habían dado positivo por coronavirus. El día del parto entró en la sala uno joven y simpático con síntomas catarrales. "Nos dijo que no estaba infectado, que había dado negativo en el test", recuerda Paula con sorprendente templanza. La pareja quiso donar el cordón, pero los médicos les explicaron que, debido a la pandemia, no se podía. Otro plan más frustrado.

Una vez nacido Leo, Álvaro bajó al registro para formalizar los papeles. Fue un momento tenso. La administrativa exigió que todos mantuvieran la distancia de seguridad. Un trabajador había dado positivo y tuvieron que desinfectarlo todo, desde el mostrador hasta los bolígrafos.

El día del alta, Paula y Álvaro envolvieron a Leo en el plástico de lluvia del carrito y recogieron todo lo más deprisa que pudieron. Ya están en casa, afrontando la siguiente etapa, los primeros días del bebé, el baño, su alimentación, las revisiones médicas, las primeras videollamadas para presentarle a la familia... Como papás primerizos están asustados e intranquilos. Pero ambos solo tienen palabras de agradecimiento para el personal del hospital: "Gracias por velar por nuestra salud y seguridad".

El embarazo

María Márquez, embarazada de 30 semanas, teletrabajando desde su casa en Madrid.

En la agenda de María Márquez, periodista de 29 años, hay un día señalado con varios círculos: el 5 de junio. Es la fecha probable de parto. Si el coronavirus no se hubiera adueñado del mundo, María y su chico estarían ahora mismo haciendo lo que cualquier pareja en la semana 30 de gestación: comprando ropita para el bebé, decorando su habitación, luciendo tripita con amigos y familiares, comenzando las clases de preparación al parto En condiciones normales, un embarazo se vive con felicidad, intensidad y miedo. En tiempos de coronavirus la intensidad y el miedo se elevan a la tercera potencia. O enésima.

"A medida que van pasando los días veo que hay cosas que debería hacer y no hago. Por ejemplo, dar paseos largos, asistir a sesiones de pilates, comer bien Por suerte tenemos perro y bajo a la calle, pero 10 minutos", explica sentada en una pelota de pilates desde su casa de Madrid, donde teletrabaja.

María sabe que la sanidad pública velará por su salud y la de su crío, pero le angustia que el centro de salud siempre esté comunicando y que las citas con el médico de cabecera estén bloqueadas en la web. "El 20 de abril tengo una ecografía y no sabemos si la cancelarán. Solo he ido a una de las ocho sesiones que hay de preparación al parto. Nos metieron a todas por el garaje para no entrar por la puerta principal. De momento, me he apuntado a un curso 'online'. También estoy pendiente de las llamadas de la matrona", explica.

"No tengo miedo al contagio pero sí a la congestión hospitalaria", explica María, que dará a luz en La Paz. Por suerte, su pareja la tranquiliza. Le dice que todo va a salir bien. "Mi madre está más nerviosa que nosotros. Es su primer nieto y vive fuera de Madrid. Ojalá que todo vaya bien y que cuando nazca el peque la situación haya mejorado. Ya sé que tras el parto, las visitas al hospital no son la mejor opción. Pero una madre siempre es una madre".

El puerperio

Laura Serradelarca, con su bebé en brazos.

Pau nació el 9 de enero. El 9 de marzo, cuatro días antes de que Sánchez decretara el estado de alarma, cumplió dos meses. Pau vive solo con su madre, Laura, quien antes de la crisis del coronavirus había pactado con la empresa en la que trabaja como entrenadora reincorporarse el 3 de junio, tras juntar la lactancia compactada y algunos días de vacaciones que tenía pendientes. Pero la situación ha cambiado. Su empresa ha anunciado un erte y Laura no sabe si ahora podrá acogerse a lo pactado o deberá reincorporarse al terminar las pírricas 16 semanas estrictas, es decir, el 29 de abril. A las dudas propias de cualquier vuelta al trabajo después del 'tsunami' vital que significa pasar de ser solo Laura Serradelarca a ser Laura, la mamá de Pau; Laura le suma la incertidumbre laboral que ha sacudido el mundo tras la pandemia, agudizada al ser ella la única responsable de la criatura. Tiene 37 años y decidió ser madre sola. En aquel momento no imaginaba que una crisis sanitaria sin precedentes como la que sacude al mundo estos días la haría estarlo tanto.

Antes de que se parara el mundo, participaba en un grupo de lactancia, al que solo acudir tres veces. El reloj se paró allá afuera, pero las páginas del calendario siguen pasando y su reincorporación al trabajo está cada vez más cerca. Laura, quien se siente afortunada por la buena salud de Pau, contaba con poder compartir sus miedos en La LleTeta (el grupo de lactancia de Sant Celoni, su pueblo). Con que le dieran consejos para el destete. "Pau no usa chupete y no sé cómo lo haré para quitarle el pecho y que se adapte al biberón -señala- las app de lactancia van muy bien, pero no son lo mismo". No lo son.

Hay otra cosa que le preocupa y mucho: sus padres, su gran apoyo y ayuda. "Yo no puedo ir al súper con el bebé y no tengo nadie quién me haga la compra. Si mis padres caen enfermos, ¿qué?", se pregunta.