Álvaro decidió que había llegado el momento de descubrir el mundo el pasado martes, y a las 3 de la madrugada, en la planta de maternidad del hospital Miguel Servet de Zaragoza, asomó la cabeza. Su abuela Pilar, que todavía no ha podido achucharlo, compró los periódicos del día donde la palabra coronavirus copa todas las portadas y se repite por todas sus páginas. «Dice que así cuando sea mayor sabrá que es lo que estaba pasando», explica Pablo Jaime, un padre en pleno proceso de aprendizaje y confinado. Los periódicos le mostraran a este pequeño de 3 kilos que decidió venir al mundo en un momento un tanto peculiar. Podrá leer que un virus llamado covid-19 provocó una pandemia sin precedentes que mantuvo encerradas a millones de personas en sus casas, que salían a aplaudir a sus balcones todas las tardes, con exquisita puntualidad.

Este sonido será uno de los que primero aprenda desde su balcón Álvaro. «Como no podemos salir de casa, lo que único que nos queda en sacarlo a la terraza», comenta con sorna Sandra Alonso, la madre a la que el cuerpo le pide salir a pasear. «No podemos ni estrenar el carrito», dice entre risas y aprovechando uno de los momento de sueño del recién llegado.

«Es verdad que ha sido todo muy raro porque hemos estado solos en el hospital. Todavía no ha podido conocerlo nadie y no sabemos hasta cuándo tendremos que estar encerrados en casa», explica Pablo. «Las tías, los abuelos y los ¡bisabuelos! están deseando achucharle, pero tenemos que controlar las emociones porque no es recomendable», dice, Sandra que admite que esta es la peor parte. «Nosotros no somos de mandar fotos ni de redes sociales, pero ahora nos pasamos el día enviando. Una de Álvaro durmiendo, ahora comiendo, otra vez durmiendo, una cambiándolo y así todo el rato», bromean. «Lo mejor de no poder recibir ningún tipo de visita, es que tampoco vienen las que no te apetece recibir y son por compromiso». Claro que sí, el humor que no falte.

Los abuelos de Pablo, que son bisabuelos del pequeño, han tenido que modernizarse a la fuerza y hacen viodellamadas por WhatsApp todos los días para ver a su bisnieto.

«Mi hermana lo está pasando mal porque dice que el día que lo pueda abrazar ya no será igual. Los bebés cambian mucho. Es algo raro», comenta Sandra que al entrar la hospital lo primero que tuvo que responder es un cuestionario sobre síntomas del coronavirus, igual que Pablo. Nadie más pudo acompañarles en la aventura.

Lo mismo le sucederá a Pilar Suárez que está embarazada de 25 semanas. Enfermera del Servet le tocó trabajar hasta que el Gobierno decretó el estado de alarma. Mientras que Sandra asegura que no tenía miedo al coronavirus, Pilar admite que tiene «mil dudas» sobre cómo le puede afectar el covid-19 tanto a ella como a su hijo.

Por su trabajo ha estado expuesta al virus porque «consideraban que las embarazadas teníamos el mismo riesgo que el resto de trabajadores, pero no hay estudios suficientes para demostrarlo», explica. En Málaga, a una enfermera embarazada de 27 semanas y que se contagió, tuvieron que hacerle una cesárea urgente. Y de ahí su miedo.

«Los compañeros me cambiaban los pacientes en los casos más infectocontagiosos para que entrara a habitaciones con menos riesgo», explica desde casa, donde sigue intranquila y «dándole vueltas a todo».

No ha podido empezar las clases de preparación al parto, sus padres viven en Madrid y se están perdiendo el embarazo y teme que no puedan estar el día que de a luz. «Te surgen mil dudas y se te hacen los días eternos sin poder salir a pasear. Tengo hambre a todas horas y me duelen las piernas», explica.

Su marido, Mario Gracia, tiene una rutina marcada entrar a casa: primero se desinfecta, luego se descalza y echa a lavar la ropa que lleva puesta. Es autónomo y la crisis del coronavirus le ha golpeado duro, como a la mayoría. Otra preocupación más para Pilar en la que pensar durante los largos días de confinamiento.

Más de 40 nacimientos en Aragón

Los bebés no esperan la llamada y cuando deciden salir se hacen notar, aunque estemos en tiempos complicados como la actual crisis sanitaria provocada por el coronavirus. En el hospital Miguel Servet de Zaragoza, donde se producen la inmensa mayoría de los nacimientos de la comunidad aragonesa, desde el 15 de marzo y hasta el viernes por la mañana (día 20 y últimos datos facilitados), se han producido 44 partos.

Hay mucha incertidumbre sobre cómo puede afectar el covid-19 a las embarazadas y a sus hijos porque apenas hay datos científicos debido al escaso número de casos registrados y el poco tiempo transcurrido.

El mejor consejo es quedarse en casa y extremar la higiene personal, como deben de hacer el resto de personas.

No existen evidencias de que las mujeres embarazadas tengan más susceptibilidad al virus y, por tanto, más riesgo. Tampoco de que en caso de contagiarse se incremente el riesgo de neumonía y su gravedad.

Hasta ahora, las pocas mujeres embarazadas que han contraído el coronavirus y que se encontraban en el tercer trimestre no han transmisión el covid-19 a sus hijos, aunque si que hay más posibilidades de que el parto sea prematuro.

En las plantas de maternidad se extrema la limpieza y el aislamiento. «Teniendo en cuenta cómo están los hospitales, estábamos como en una burbuja», asegura Sandra Alono, que la semana pasada dio a luz en el centro hospitalario Miguel Servet de Zaragoza. Los sanitarios van con mascarillas y guantes y la limpieza y desinfección es contantes. «Hasta los pomos de la puerta», matiza.

Además, antes de cualquier ingreso se descarta que tanto la futura madre como el acompañante ni tienen síntomas propios del coronavirus.