-¿Cómo valora la evolución de la pandemia en Aragón?

-Es muy difícil de valorar. El hecho de que se esté dando información diaria sobre casos acumulados sumando los nuevos, fallecimientos e ingresos de cada día dificulta mucho las valoraciones pausadas. Estamos en los momentos más duros, como esperábamos hace una semana, y están siendo días muy complicados. Intentamos abstraernos del análisis diario y hacer valoraciones más globales y vemos algunos signos de esperanza que se van produciendo. Unos días son más y otros no tanto porque los datos a diario tienen oscilaciones. Uno de los que nos permiten albergar esperanzas y cierto optimismo es que, si nos retrotraemos al día 25 de marzo, cada día aumentaban los contagios más de un 20%, pero ese porcentaje ha ido bajando hasta el 7% o el 10%. Por eso, aunque algún día se produzca un repunte o ciertos dientes de sierra, parece que la tendencia es que el crecimiento empieza a atenuarse y aplanarse, al igual que a nivel nacional. Se empieza a ver el efecto de las medidas de aislamiento y distanciamiento. El fin de semana pasado fue crítico pero parece que empieza a atenuarse ese crecimiento y que ahora su dimensión es menor. Pero siempre hay que analizarlo todo con cautela, porque, aunque queremos dar datos esperanzadores, no tenemos certezas.

-La llegada al pico se ha convertido en una obsesión. ¿Existe alguna previsión al respecto?

-No tenemos experiencias previas acerca de cuándo va a funcionar el distanciamiento social más allá de modelos matemáticos basados en la movilidad, pero ahora es difícil cuantificar un cambio social que hace que nos hablemos a un metro de distancia. Nunca había pasado algo así en un país mediterráneo. Pero ese cambio social forma parte de los imponderables para que los casos vayan disminuyendo. Hay días con signos más esperanzadores y otros con menos y puede ser que esa reacción en el incremento de la distancia traiga ese aplanamiento de la curva de contagios pero en el de la mortalidad hay que tener aún más cautela.

-Existe cierta confusión acerca del decalaje en la contabilidad de los fallecimientos al que apelan las autoridades sanitarias al referirse a incrementos notables de fallecidos en apenas 24 horas.

-Aragón está realizando la notificación de manera más exhaustiva que otras comunidades. Nosotros damos todos los muertos, incluidos los que fallecen fuera de los hospitales y en sus domicilios. La diferencia entre cuándo se produce un hecho y su notificación en el caso de los contagios está clara, ya que cuando una persona enferma hasta que lo registramos pasan días. Primero hay tos, luego un pico de fiebre, un par de días de espera por si se trata de un catarro y, cuando ves claro que no es lo de siempre, contactas con el sistema sanitario, que te dice que te acerques con un coche al párking del hospital Militar para hacerte la prueba o vamos nosotros a tomar una muestra. Y hasta el diagnóstico pasa otro día, con lo que en total son cinco desde que se da el contagio hasta que lo tenemos notificado, es decir, los casos que se dan ahora empezaron con síntomas hace cinco días o antes. Con los muertos pasa algo parecido.

-Explíquese.

-Hay dos vías de notificación: dentro y fuera del hospital. Las de fuera las obtenemos a partir del Registro Civil. Todas las muertes allí anotadas las cruzamos con nuestras bases de datos y allí también hay decalaje. Así, si un médico hace un parte de defunción y en la causa de muerte queda recogido el coronavirus, lo cruzamos con nuestros datos y capturamos todos los casos producidos fuera del círculo sanitario. Y eso también tiene un decalaje, incluso de dos o tres días en fin de semana. También puede haberlo en los fallecimientos en el hospital porque un profesional que atiende en planta o uci y está saturado de trabaio, a lo mejor no plasma una muerte en la historia clínica de forma inmediata. Bastante tienen con lo que están pasando. A lo mejor coge todos los datos de una jornada y los actualiza al día siguiente cuando tiene un momento y es entonces cuando nosotros lo recogemos automáticamente. Así, la mortalidad puede tener picos por efectos de notificación y eso obliga a reordenar la situación en la que realmente ha sucedido eso.

-En cualquier caso, la cifra de fallecidos sigue subiendo.

-Así como los datos de nuevos contagios empiezan a bajar, en la mortalidad aún no vamos a ver ese efecto. Puede que lo hagamos con unos días de retraso porque la mortalidad va por detrás de la enfermedad, es lógico que tarde más en bajar.

-¿Entonces lo peor aún no ha pasado?

-No podemos decir que lo peor ha pasado ya, pero el ritmo de crecimiento tan acentuado sí lo ha hecho, aunque no hemos llegado todavía a ese pico máximo de afectados. Seguimos creciendo, aunque más suave. Es como cuando haces alpinismo y ves la cima pero aún queda por delante un trecho de pendiente alta.

-¿Hay muchos más contagiados de los que aparecen en los datos?

-Seguro que hay más contagiados. Nos estamos basando en un sistema de ingresos, casos graves y hospitalizados. Los que se complican son un 20% y un 5% de ellos puede acabar hospitalizado y en uci. Pero no hay que olvidar que hay un 80% de los casos en los que la enfermedad se está pasando con signos leves, igual que un catarro común. Ahora que la enfermedad se ha hecho presente entre nosotros todos conocemos gente que ha dado positivo o fallecidos, pero también personas que se han quedado en casa sin hacerles la prueba con signos leves y tomando algún antitérmico. De estos no tendremos confirmación de que es un coronavirus, pero es una realidad. No todos los catarros son coronavirus y hay otros gérmenes que siguen funcionando, así como procesos alérgicos difíciles de distinguir. Estos los estimaremos con métodos indirectos, pero seguro que hay más casos.

-Incluso asintomáticos.

-Puede haberlos, sí, pero seguimos pensando que el gran peso de la transmisión se da en los sintomáticos. La única forma de identificar a los que no tienen síntomas es a través de un test pero los tenemos que centrar en enfermos graves, profesionales y residencias. A falta de medios diagnósticos, tenemos que centrarnos en esa población.

-Todo apunta a que se prolongará el confinamiento.

-Creo que, en formatos suavizados, se podrá alargar más. Si el confinamiento funciona sería razonable pensar que se pueda mantener, aunque la economía también mata pero con otros tiempos. Es cuestión, supongo, de plantearse un equilibrio entre modelos de confinamiento y la actividad económica. Conforme vaya mejorando la situación se podrían ir levantando medidas de forma gradual.

-¿Entonces, esto va para largo?

-No sé si para mucho tiempo, pero tenemos para semanas. Se han ido poniendo con cierta rapidez esas medidas de aislamiento y cuando se decida volver atrás se hará de forma paulatina. Recuperar la normalidad nos va a costar desde el punto de vista sanitario. Costará. Hay que tener en cuenta que esto va a ser la primera batalla de un escenario real, porque este virus ha venido para quedarse entre nosotros y vamos a ver el efecto de la llegada del buen tiempo. No sabemos el efecto de la estacionalidad y puede ser que en otoño e invierno nos tengamos que plantear un segundo envite.

-Esa segunda oleada aumenta el agobio de la ciudadanía, que en pleno drama por la primera debe asumir que en unos meses el virus volverá a la carga.

-Tendremos en medio un espacio de paz para hacer una valoración de la situación. Y habrá varios elementos positivos porque sabremos mucho más del virus y el sistema estará mejor adaptado. Ahora se intenta comprar material y no se obtiene respuesta, pero ese escenario irá cambiando en las próximas semanas. Además, probablemente habrá más novedades en cuanto a avances en recursos diagnósticos, terapéuticos o quizá en cuanto a vacunas. Nos cogerá mejor preparados. No hay que olvidar que el virus está entre nosotros desde hace tres meses, cuando empezó en China, pero a nivel global ha sido en el último mes y pico y se han puesto en marcha en este periodo muchas cosas. Hablamos de test rápidos que ahora tienen muchas limitaciones y que dentro de tres meses no tendrán tantas y serán más accesibles. Además, la transmisión de la enfermedad ya habrá cubierto a una primera parte de la población. No tenemos que pensar que será como la primera pero tampoco que esto habrá pasado y ya está porque es un germen que ha venido para quedarse. Pero, conforme se extiende entre la población su virulencia se va suavizando y no es igual que cuando arranca, ya que se va adaptando a una población. Todos esos signos hacen pensar que una segunda oleada no tendrá las mismas características que la primera.

-Las críticas por la falta de material se suceden y ya han pasado tres semanas desde que se decretó el estado de alarma. ¿No es demasiado tiempo con el mismo problema?

-Tenemos dos elementos críticos. Los equipos de protección individual (epi) van llegando pero seguimos sin tener holguras y eso obliga a ir dosificando de manera estratégica para aguantar el máximo de días posible. Porque, además, nada garantiza que lo que está comprado con un compromiso de plazo se vaya a cumplir, así que debemos hacer un uso racional extremo de lo que disponemos hasta que nos lleguen envíos masivos. A las mascarillas debemos darles el máximo número posible de usos mientras estemos así. Es un punto débil. Y el otro son los respiradores porque si tenemos más capacidad de usarlos también tendremos más disponibilidad de camas de uci con respiradores. Es un elemento crítico en todos los sitios y lo que más nos tiene en vilo junto a los equipos de protección.

-¿Pero por qué no llega el material?

-Estamos ante un mercado global absolutamente enloquecido. Todo ha funcionado hasta que ha habido problemas. Esto empieza en China y eso supone dos efectos. Por un lado, como son muchos y acaparan buena parte del mercado y son los grandes productores de algunos de los materiales que nos hacen falta. Pero no solo acaparan el mercado sino que dejan de producir y, de repente, los europeos nos quedamos sin nadie que nos suministre productos de cuya producción local carecemos. Eso nos hace ir a contrapié en un mercado enloquecido y especulador en cuanto a precios. Los transportes habituales eran marítimos, pero ahora, con la urgencia, se hacen por vía aérea y el coste de fletar un avión se ha triplicado. Es un mercado desregulado y fuera de toda norma y eso es difícil de entender para un sanitario o un trabajador de residencia. Es difícil hablar de mercado a alguien que necesita una mascarilla y nos dirá barbaridades. Y yo entiendo que lo haga. Solo espero que esto no se olvide cuando pase la crisis y aprendamos lecciones para que estas situaciones se produzcan lo menos posible.

-¿Habla de fomentar la producción local de estos materiales?

-En algunos aspectos estratégicos debemos aprender a nivel nacional y europeo. Se trataría de mantener producciones en sectores estratégicos y ver cómo nos aprovisionamos. Es que esto puede volver a pasar dentro de unos años y debería cogernos de otra manera. Aunque sean más costosos, hay aprovisionamientos estratégicos que deberíamos mantener próximos a nosotros.

-¿A quién se van a destinar los test?

-Estamos pendientes de una doble vía. Por un lado, de la compra general del ministerio y lo que se reparta a Aragón. Conforme vayan llegando los test rápidos los dirigiremos a la misma población a la que estamos haciendo ahora porque eso nos permitirá tomar decisiones rápidas. Si un profesional tiene síntomas y tardamos un tiempo en saber si es positivo o negativo, con un buen test rápido lo sabremos antes. Si tenemos una mayor cantidad de ellos también los podremos destinar a la población general, como aquellos que se quedan en casa y tienen síntomas, pero los primeros test rápidos no son los más óptimos y son poco sensibles. Pueden distinguir a la perfección el positivo, pero no tanto el negativo y eso con el tiempo mejorará y las limitaciones técnicas serán menores. Ahora, los positivos sabemos que lo son pero los negativos nos dejan dudas.

-Las residencias son el gran caballo de batalla y el escenario donde más muertes se están produciendo. ¿Se va a acometer algún cambio de estrategia o de gestión?

-Estamos trabajando. El virus está golpeando fuerte en esas zonas, en las que hay más posibilidades de transmisión. Planteamos una estrategia para atender a las residencias lo más rápido posible cuando surge un caso. La idea es que en las que tienen casos, que son entre el 35% y el 40% de los centros en la comunidad, se apliquen medios de contención y barreras para evitar que la gestión de los positivos se traslade a los que no están enfermos. Si podemos aplicar esas medidas de contención se va a aplicar siempre esa vía. Esa es la opción preferente, pero, si no es posible, se crea un recurso intermedio como se ha hecho con las cinco residencias habilitadas a las que se desplazan ancianos que han dado positivo y no requieran hospitalización para quitarlos de esos centros pequeños o que por infraestructura o personal tengan pocos recursos y que los que queden sean más fácil de sectorizar. Es una gestión residencia a residencia con el objetivo de lograr la contención.