No es solo por el dinero, ni mucho menos, aunque a los adolescentes la primera protesta que les llega a la boca es del vil metal. Que si 80 euros en entradas de discotecas, que si 30 de autobús, que si 500 cuesta el apartamento... Son chicos de Segundo de Bachillerato, aquellos que terminan el primer tramo importante de estudio de su vida, dispuestos a desencadenarse definitivamente del control educativo. Y ahora sí, casi por primera vez para, con permiso parental para dar rienda suelta a sus primeros instintos adultos.

Lo hacen muchos en una semana que sirve para celebrar el final del colegio después de 15 cursos de formación. Hace años que, más allá de viajes de estudios culturales, la tradición para muchos aragoneses es reunirse en Salou, playa zaragozana por excelencia, para compartir amistad y frenesí junto a las playas de la Costa Dorada. No será así esta vez, también por el coronavirus, que ha alterado rutinas, exámenes y viajes.

Se toma el ejemplo aquí de un grupo heterogéneo de amigos, de diferentes colegios e institutos, que organizaron con tiempo la semana de diversión coincidiendo con el final de las pruebas de la Evau. Lo tienen todo en la mano (en la imagen se ven varias entradas de la disco La Cage sobre unos apuntes de historia): el billete de autobús, las entradas para las discotecas, el alojamiento... Lo que no tienen son fechas ni respuestas, ni mucho menos garantía de que se les devolverá ese dinero que muy posiblemente no podrán amortizar.

El problema nace en la organización de estas semanas a las que la hostelería de Salou saca tanto rédito. Les obligan a reservar y pagar con varios meses de antelación. Los jóvenes tienen que abonar por adelantado las entradas a los distintos locales de música, que en este caso correspondían a las fechas inmediatamente posteriores al 7 de junio, día en el que terminaban las pruebas de Selectividad. No será así, claro. Para ese momento algunos apenas habrán terminado el curso y todos, desde luego, estarán preparando los importantes exámenes que les permiten el acceso a la Universidad, previstos ahora para el 7, 8 y 9 de julio.

Con este cambio llegaron las reclamaciones. Primero con la chica que sirve de enlace en Zaragoza para gestionar los packs del viaje. No sabe nada, ni caso. Después con la persona que trata directamente con las discotecas. No sabe nada, ni caso. Más tarde en un fútil intento por llegar hasta los propietarios de los locales. No contestan, ni caso. ¿Y el apartamento? Aquí sí responde el dueño, pero la fianza no la devuelve. Les queda por ahora el pataleo, aunque piensan ir más allá. Si les roban la semana de su vida, al menos que no se queden con su dinero. Continuará.