Si es naranja, es una calabaza; si es azul, es una mascarilla. El ambiente en el mercado agroecológico de Zaragoza ha cambiado mucho con esto del coronavirus. La oferta se ha reducido considerablemente y un control en la entrada del espacio delimitado para la venta revisa que todo el mundo cumple con las garantías sanitarias. La nueva normalidad no hace excepciones y la fase uno es bastante exigente con las medidas de distanciamiento social. Aún así, los compradores disfrutan con la tarea: berenjenas, arroz, lechugas, acelgas. bolsas llenas para celebrar que poco a poco esta crisis sanitaria será parte del pasado.

Las ganas por volver a la calle tras la larga cuarentena quedan reflejadas en detalles variados. En la plaza del Pilar se puede establecer un catálogo rápido. Por un lado están esas personas que merodean junto a las terrazas para tratar de encontrar uno de sus preciados huecos. También están las personas que se acercan a la basílica y descubren que la cola para reencontrarse con la Virgen no es tan larga como esperaban (se llevan una pequeña decepción, claro). Y luego están los que desde antes de las siete de la mañana se colocaron junto a las vallas del mercado agroecológico con ganas de retomar una sana costumbre.

Más que un día de lonja, fue un día de saludos. Quien más, quien menos, se acostumbra a un productor de hortalizas y es necesario hacérselo saber en la primera oportunidad. Lo peor de todo es que por culpa de los protocolos solo pudieron instalar su puesto de venta un poco menos de la mitad de los habituales, quedando fuera algunos de los referentes.

Dispensador de gel

La nueva normalidad ha traído a las calles una disciplina nunca vista. Cuando menos te lo esperas te puedes encontrar un control de acceso, en este caso franqueado por unos cuantos voluntarios del cuerpo municipal. Junto a la fuente de la Hispanidad, rodeando la silueta del continente, se han instalado algunas mesas para el reparto de tapabocas y un dispensador automático de desinfectante. Es un prototipo que funciona con el pie, así se limita el contacto y el peligro de transmisión de gérmenes. Sin embargo, como todas las cosas que requieren rodajes, a veces la falta de costumbre complica las cosas más de lo recomendable. Una señora toca más de los debido y finalmente el chorro de gel cae sobre su zapato.

La portavoz de la junta de la Asociación de Productores del Mercado Agroecológico de Zaragoza es Laura Marcén. Está contenta por la respuesta, por las colas y por el civismo (solo un centenar de personas puede estar dentro del recinto de venta al mismo tiempo para evitar aglomeraciones). «Hemos notado que la gente lleva mucho tiempo sin mercado y que tienen muchas ganas», asegura. En algunos momentos de la mañana la cola llega hasta el paseo Echegaray y Caballero.

La nueva moda vinculada a los equipos de protección también se puede dividir en varias categorías. Una pantalla plástica (con cintas amarillas) protege a una buena parte de los vendedores, permitiendo buena visibilidad y movilidad (que dirían en una pasarela).

Lo más solicitado han sido los puestos de verduras, así que la semana que viene se tratará de organizar de otra forma para facilitar la circulación. Además, desde el consistorio confirman que se va a estudiar una ampliación del espacio. La primavera incipiente ya invita a comprar alberges y deja de lado las naranjas y los kiwis. «Lo mejor de todo es que no se están tocando los productos», destaca Marcén.

Muchos clientes se limitan a la clásica mascarilla quirúrgica, aunque los más alternativos optan por estampados llamativos. En estos casos complementan el outfit con bolsas de tela en las que se reivindica una vida más sana o con carros de la compra tuneados con soles en los que asoman las puntas de las cebollas y los puerros. Los menos interesados en la moda se podían acoger a unos enormes pañuelos de celulosa que han entregado los voluntarios. Estos cubren parte de la cara y dejan orejas de soplillo.

A última hora de la mañana, solapándose con el tiempo del vermú, se acumulan las cajas vacías y las hojas desechadas de las borrajas. La semana que viene los clientes volverán de nuevo a por sus preciadas bolsas de rutina.