Carlos Boné, alcalde de Valderrobres, ha estado metido de lleno en la lucha contra el coronavirus. La pandemia golpeó con fuerza la residencia local de la tercera edad, donde hubo 13 muertos y gran parte de personal se contagió. Y él, que es enfermero de profesión, trabajó de voluntario junto a los ancianos hasta que la situación volvió a la normalidad.

-Valderrobres es una de las poblaciones aragonesas que ha sufrido con más fuerza el coronavirus.

-Sí, en efecto, así es, debido a que entró en la residencia municipal. Y la verdad es que lo hemos pasado muy mal. Se trata de una residencia con 60 plazas, más 15 del centro de día. Y fallecieron 13 residentes en apenas dos meses por la covid-19.

-¿Cómo se ha vivido en la localidad esta situación tan dramática?

-Para nosotros ha sido un golpe muy duro, sobre todo teniendo que somos una pequeña población de 2.500 habitantes en la que nos conocemos todos. Se ha tratado de conocidos, del padre o la madre de un amigo o de un vecino. Eran personas con nombre y apellido. Nos ha tocado muy de cerca. A las 13 muertes hay que añadir que todos se contagiaron salvo ocho residentes, así como el 50% del personal.

-¿De qué forma se reaccionó ante esa emergencia?

-A raíz de lo que sucedió se tomaron medidas para averiguar cuántos estaban contagiados, teniendo en cuenta que no todas las habitaciones eran individuales y había que aislar a los infectados y determinar quiénes eran asintomáticos. Cada día íbamos teniendo más casos. Pero Salud Pública se negó a hacer las pruebas porque según su protocolo solo podían realizarse a quienes presentaran síntomas. Pero llegó un momento en que nosotros nos dimos cuenta de que la única manera de pararlo era mediante las pruebas. Así que el ayuntamiento se movió para conseguirlas y se puso en contacto con una empresa especializada en pruebas PCR y las contratamos. Y la sorpresa, relativa porque lo intuíamos, fue que apareció que el 50% de los trabajadores dieron positivo y no tenían síntomas. Y con los residentes pasó algo parecido, más de 20 positivos asintomáticos. Perdimos la mitad de la plantilla, sobre todo los que están en contacto directo con los ancianos. Tuvimos que hacer un llamamiento a la desesperada, pedir voluntarios…

-¿Y qué lección ha extraído de unos días tan dramáticos?

-De todo esto solo puedo sacar una cosa positiva, la solidaridad de la gente, que se volcó, tanto los vecinos como los habitantes de otros pueblos de la comarca y de comarcas cercanas. Pero había que tener en cuenta que había que entrar a un residencia con un foco de infección, con todo lo que ello conlleva, por lo que pasamos unos días muy complicados para poder encontrar personal. Con todo, se consiguió y a partir de las pruebas todo cambió, pues los trabajadores que dieron positivo empezaron la cuarentena y en un hotel se habilitaron dos áreas, una para los contagiados y otra para los que no lo estaban. Desde entonces todo fue a mejor. Se tenían todos los casos controlados, se pudo hacer el aislamiento…, si bien Sanidad no quiso validar nuestros tests y los repitió.

-¿Se llegaron a sentir abandonados por las administraciones?

-Abandonados no, pero menospreciados sí. En el centro de salud siempre han trabajado con nosotros, pero en una situación así el no querer escucharnos en el tema de las pruebas en la residencia…, con cien personas que conviven en ese edificio y a las que no se podía aislar. Había un problema de carga de trabajo, pero sobre todo de que cada día había más casos. La Administración no nos ha atendido como se nos debería haber atendido en una situación así. Nunca he buscado la polémica. Nosotros queríamos ayudar. No podíamos quedarnos de brazos cruzados y escribimos a instancias oficiales pidiendo los tests, pero obtuve la callada por respuesta. Teníamos la obligación de hacer todo lo que podíamos, había miedo… Tras los tests bajó el estrés y la ansiedad, pues ya sabíamos en qué situación estábamos. La mejor decisión como alcalde pienso que fue mandar hacer esos test. Me da igual que en el Gobierno de Aragón piensen que no debería haberlo hecho. Creo que se equivocan, aunque desconozco sus motivos y razones. De todas formas, el balance de las residencias está allí… Quizá si se hubiera actuado de otra manera, no habría pasado todo lo que ha pasado.

-¿Y cómo es la situación actual?

-Ahora no tenemos ningún caso en la residencia. Todos los trabajadores, salvo uno, se han reincorporado. No hay ningún residente positivo y ya tenemos autorización para nuevos ingresos, de modo que está todo mucho más tranquilo y calmado.

-Y a nivel personal, ¿cómo se siente?

-Yo mismo tuve que entrar a trabajar en la residencia, como voluntario, sin cobrar ni un euro, ante la falta de personal. No había manera de conseguir enfermeros y me ofrecí yo, pues soy enfermero de profesión, aunque al dedicarme a la política, el ayuntamiento y la diputación, renuncié a mi plaza de interino. La verdad es que lo he pasado muy mal, por la responsabilidad que tenía, como alcalde y por la tensión de estar en la residencia. Sentí miedo, como todo el mundo. Había un riesgo de infección, de poder infectar a mi familia. Me separé de los míos durante un mes y eso es duro, no poder ver a tus hijas, con la tensión del trabajo y la responsabilidad. No era solo ir a trabajar, también tenía responsabilidad porque el centro es municipal. Había que conseguir más personal y veías que fallecía gente. Perdí tres kilos en 20 días.