El devastador coronavirus ha obligado a llevar a cabo la reestructuración de los servicios sociales en Aragón. Desde hace un par de semanas, el sector se ha visto obligado a reinventarse para hacer frente al terrible efecto del virus en los mayores, el colectivo más afectado por la pandemia. El Instituto de Servicios Sociales de Aragón (IASS) mandó a centros residenciales y a servicios sociales comarcales instrucciones acerca del coronavirus, sus síntomas, modo de contagio y qué hacer en caso de que alcanzaran tanto a trabajadores como a usuarios. La restricción del sistema de visitas marcaron los días previos a la irrupción del virus.

La pasada semana, las residencias ya habían cerrado la puerta a nuevos ingresos. Las instrucciones llegaban casi a diario. La última de ellas incluye el teléfono a disposición del personal con temor a estar contagiado para ser sometido a la prueba de detección.

Centros de día y hogares de mayores están cerrados. Sin embargo, el personal de estos últimos recintos ha quedado en reserva para utilizarse en las residencias si las necesidades de personal así lo requieren. «La residencia sustituye a la familia pero no está preparada, salvo alguna excepción, para sustituir a la atención sanitaria. Me emociona el nivel de entrega de nuestros trabajadores», resalta Joaquín Santos, director gerente del IASS.

Cada tarea, pues, se reinventa, lo que implica un esfuerzo extra de entidades sociales, empresas privadas o Administración. Por ejemplo, todo el personal de los centros de día está trabajando a excepción del administrativo -el 40% está en activo-. De hecho, de los 3.000 funcionarios en nómina del IASS, alrededor de 2.500 se encuentran desarrollando su tarea laboral en centros residenciales y hogares de mayores. Estos últimos, sin embargo, están cerrados al público, pero su personal ocupa cada día su puesto de trabajo aunque con otra tarea. Porque el objetivo ahora se centra en contactar vía telefónica con los usuarios para saber cómo están y detectar, en su caso, posibles situaciones de aislamiento y asignar la ayuda correspondiente. La tarea se focaliza en los que se han quedado solos, sin red de amigos, vecinos o familia y sin poder salir de casa. «Hacemos de escudo del sistema sanitario para impedir que ese colectivo vaya al hospital por otra causa ajena al coronavirus. Se trata de impedir que un problema social se convierta en sanitario», explica Santos.

También la ayuda a domicilio se ha transformado. Gestionada por comarcas y ayuntamientos, se ofrece a las personas solas hacerles la compra o llevarles los medicamentos. Del mismo modo, funcionarios que habían quedado libres se destinan al teléfono de atención al mayor. En cuanto a las prestaciones, el IASS garantiza que se seguirán pagando y que nadie se quedará sin ingresos económicos.

Pero la reestructuración ha de llevarse a cabo con la dificultad añadida de la ausencia de equipos de protección adecuados. La falta de mascarillas y guantes sacude a todas las residencias del país y a las aragonesas apenas han llegado unas 4.500 donadas por empresas particulares. Son muy pocas así que se destinan exclusivamente a personal que atiende a personas contagiadas. Ni una sola ha sido enviada desde el ministerio, que prioriza su llegada a centros y personal sanitarios.

En Aragón existen actualmente 350 residencias. Algo más de 300 están ocupadas por mayores, y medio centenar por personas con discapacidad. 18.000 mayores y discapacitados y unos 500 menores viven en ellas. El virus ha penetrado ya en una docena de asilos.