Cuenta la historia que fue un ermitaño llamado Pelayo quien descubrió la tumba del apóstol Santiago en el bosque Libredón en el 813, el año que nacieron las peregrinaciones. Alfonso II, rey de Asturias, se convirtió en el primer peregrino hacia tierras gallegas, antes incluso de que se construyesen la primera capilla o la iglesia prerrománica que precedió a la construcción de la catedral de Santiago. En todos estos siglos de fervor creciente, con el apogeo de la Edad Media, cuentan que siempre hubo al menos un peregrino camino de Compostela. Hasta que llegó el 2020, el bicho, el famoso covid-19, y borró a los caminantes de todas y cada una de las travesías.

«El Camino es ya absolutamente diferente y va a ser diferente siempre», explica José María Viladés, presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Zaragoza. «No lo pararon las pestes, no lo pararon las guerras. Siempre ha habido alguien haciendo el Camino desde esa fecha hasta el 2020. En los cerca de cien días de confinamiento es la primera vez que a Santiago no ha llegado nadie. Sabemos que ni siquiera en la guerra civil sucedió. En plena contienda por ejemplo --el año 37 fue santo-- llegaron miles de personas a Santiago».

33 AÑOS EN ZARAGOZA / Viladés es uno de los miles de amantes de todas estas rutas jacobeas, que han desplegado por medio mundo cientos de asociaciones que tratan de impulsar y proteger estos recorridos que en un principio promovió la fe, que poco a poco se fueron alejando de la espiritualidad para fundirse con comportamientos mundanos. La asociación más antigua nació en París hace 50 años y poco después fue copiada en diferentes puntos de España.

La de Zaragoza, por ejemplo, tiene 33 años. «No tenemos ánimo de lucro ni subvenciones fijas de las administraciones, vivimos de las donaciones. Somos en torno a 500 socios, sobre todo gente que ha hecho el Camino, les ha marcado y quieren devolver algo al Camino. Los socios pagan una cuota anual y somos las asociaciones las que vamos a señalizar y pintar si hace falta. Eso sale de nuestros bolsillos», aclara Viladés, consciente de que el Camino había cambiado en las últimas décadas y de que este es un buen momento para recuperar su tradición más contemplativa.

Desde el año 93, cuando la Xunta de Galicia decidió llamar al año santo Xacobeo y comenzó una promoción turística de Galicia, las cosas cambiaron. En este momento, aprovechando el parón, se está intentando que el Camino vuelva a tener un sentido de espiritualidad. «Obviamente, puede hacerlo todo aquel que quiera. Pero se va a notar en la gran masificación que había el año pasado, cuando llegaron a Santiago 350.000 personas. Bueno, esos fueron los que acudieron a recoger la compostela. Pero ese número no es real porque hay mucha gente que hace el Camino que no la pide por diferentes motivos. Por cada peregrino que llega a Santiago de esos 350.000, se calcula que son realmente entre 5 y 7 más circulando por los distintos caminos. Hablamos de cientos de miles más, de gente que, por ejemplo, cada año hace un trocito de Camino».

Parece claro que el virus que vació los caminos ha venido para quedarse. Pero incluso si se marcha, muchas de las normas van a permanecer. «En lo que más afecta es en la capacidad de alojamiento de los albergues, que solían ser espacios absolutamente abarrotados de literas que desaparecen porque ya no se puede utilizar. Los más afortunados han perdido el 50% de capacidad, otros más... Y los hay que ya han cerrado porque mantenerlos es inviable económicamente», relata Viladés.

«Nosotros tenemos 29 albergues de donativo, que los llevamos como hospitales voluntarios. Vas allí, cuidas al peregrino y te encargas del albergue. Pero llega un momento que, con la reducción que hay, no basta con el donativo. El peregrino no se estira o deja muy poco, lo que va a provocar que ahora no llegue ni para pagar la luz o el agua. La hospitalidad va a cambiar. Aunque se mantengan muchas cosas, del donativo va a haber que pasar al cobro muy a pesar nuestro. Es un poco como traicionar el espíritu, pero se verá porque no queda más remedio. Esa reducción de capacidad va a provocar que el propio Camino tenga que regular cuántas personas lo hacen», añade.

La Comisión de Coordinación del Camino de Santiago nacida el pasado diciembre es la que debe coordinar las acciones, estrategias y programas que se derivan de la Directriz Especial de Ordenación Territorial del Camino de Santiago-Camino Francés a su paso por Aragón. Es decir, debe promocionar y mantener en buenas condiciones el trazado y coordinar acciones entre instituciones, asociaciones y organizaciones vinculadas a las rutas jacobeas.

MIEDOS Y MEDIDAS / El pasado 1 de julio se abrieron la catedral de Santiago, la oficina del peregrino y los primeros albergues. Dicen los diferentes responsables que es difícil hacer cálculos de cuánta gente va a ocupar este año los caminos. Sí queda claro que predominarán los peregrinos nacionales. Pero menos, muchos menos. «A estas alturas del año en Zaragoza tendríamos que haber dado entre 1.500 y 1.700 credenciales y estamos en unas 200». Las cuentas salen fácil. Hablan de una reducción del 85%.

Hay miedo según interpretaciones. «Entre la gente que ya ha empezado a hacerlo hay dos versiones extremas. Unos que les da un poco igual y otros muy preocupados. Las medidas de seguridad son las que ya conocemos todos, incluso incrementadas en los albergues. En muchos se exige mascarilla, guantes..., pero además debes tener todos tus objetos empaquetados en bolsas».

Queda un lado positivo, sin caminos inflamados por peregrinos y turistas. «Como año para hacer el Camino es ideal. Primero porque no nos vamos a encontrar con las masificaciones que existen habitualmente. Se puede hacer con más tranquilidad, sin las prisas de llegar a un albergue para coger sitio», explica el presidente de la asociación de Zaragoza, quejoso por el abandono que tienen las rutas en esta tierra: «Los Caminos de Aragón no son los más andados, sobre todo porque tenemos falta de albergues. Sin albergue no hay Camino y sin Camino no hay albergue. El que entra por Somport, por ejemplo, representa solo el 0,01% de todos los que llegan a Santiago. Nuestro paso es más antiguo que el de Roncesvalles, pero no se le ha prestado la atención que se debería. No lo llevamos a fitures así que todo el mundo se va al que conocen y al que saben que cada cuatro pasos tiene un albergue», explica.

Quedan el camino de Sant Jaume y y el catalán por San Juan de la Peña, «aunque es muy poquita la gente que los transita». El problema no solo no varía, sino que se agrava. En algunos tramos hay que hacer etapas larguísimas para alcanzar el siguiente albergue. «Necesitamos ayuda de todos. El Camino ni ha nacido solo ni se arregla y se mantiene solo».