El final del pasado curso en la Universidad de Zaragoza fue atípico, y así lo ha sido también el inicio del actual, ambos marcados por la pandemia de covid-19. Hay que retrotraerse casi 100 años para encontrar las aulas cerradas durante meses, como ha ocurrido en los últimos seis, por lo que volver a dar la bienvenida a los estudiantes en el campus de la capital aragonesa es motivo de celebración. Sus alumnos así lo festejaban ayer, con los reencuentros, conociendo nuevas caras y agradeciendo volver a las clases.

Los pasillos de cada facultad se abarrotaron de jóvenes que ya conocen todos sus rincones y de otros que andaban un tanto perdidos en su primer día en la «uni» descubriendo lo que será su hogar -si el devenir de la pandemia lo permite- en los próximos meses. Un hogar que ahora tiene todas las ventanas abiertas, está repleto de carteles informativos sobre medidas de prevención para evitar contagios, señales que indican la dirección de tus pasos, gel hidroalcohólico, una única entrada y salida y papeleras para depositar EPI usados, en vez de papel.

Una primera jornada lectiva de universidad suele dedicarse a las presentaciones, aclaración de dudas y toma de contacto, sobre todo para los alumnos de primero. En esta singular ocasión, así ha sido, pero en muchas aulas solo se ha conocido a la mitad de la clase, que estaba presente con mascarilla puesta, cuando el resto la seguían desde sus casas.

Mientras en la clase del primer curso de Magisterio de Primaria, la sesión streaming funcionó «muy bien», e incluso pudieron intervenir los compañeros de manera online, en la del segundo curso de Matemáticas, la cámara no funcionaba. «Se había desenfocado y solo se veía el techo, y claro, se ha cancelado la clase a la media hora», detallaron las estudiantes Julia Lera y Ana Marco. «Al profesor le ha dado rabia y ha comentado que hubiera preferido otro tipo de herramientas, como una pizarra digital», según señalaron.

Ambas creen que estos fallos se darán en esta primera semana y esperan que en la segunda «vaya a mejor». Lo que tienen claro es que en su titulación es imprescindible la docencia presencial, aunque su curso, al ser mayor alumnado, sea el único de la carrera con la semipresencialidad. «Hay profesores que se vuelcan en la enseñanza on line y eso se nota, otros no», dijo Ana. «Otro año on line sería duro, es una carrera difícil para seguirla en internet», espetó Julia. Asimismo, temen no ver «si es un tres o es un cuatro» al tener que seguir las clases por videoconferencia.

La incertidumbre es la palabra que usó Laura Tejada, profesora de inglés, para referirse a este curso. Ella imparte dos clases a la semana, una en el aula y la otra desde casa, y asegura que la demanda del profesorado es recibir más formación para perfeccionar la enseñanza a distancia. Tejada valora la «comodidad» de este nuevo sistema, que es positivo para la conciliación, pero para ciertas destrezas de su materia, como una conversión, existen todavía carencias. «No hay nada que sustituya a la enseñanza presencial, pero es lo que nos toca y evita riesgos», comenta.

En otros casos, la situación no cambia. «En el laboratorio estamos muy poca gente porque no dan becas de tesis, estamos igual», explica una integrante de la rama de química orgánica. «La gente que tiene grupos más grandes, tiene que ir a horarios y hacer una tesis así no se puede», lamenta.

Las realidades y opiniones en la Universidad son tan diversas como su oferta académica, pero conducen a una conclusión similar: la importancia de recobrar la vida en el campus con la docencia presencial.