La próxima temporada de esquí 2020-2021 se pone cuesta arriba en Aragón y en toda España. La desconocida evolución que tendrá la pandemia en invierno y la imprevisión sobre las medidas que pueden llegar a aplicarse para frenar la propagación del covid-19 dibujan un complejo escenario para la campaña de la nieve, de la que dependen miles de empleos en la comunidad, sobre todo en el Pirineo oscense. A pesar de la inquietud reinante, las estaciones trabajan en positivo y con la mentalidad de abrir como sea en un contexto de nueva normalidad. Esto implicará una serie de cambios para adaptarse a las directrices y limitaciones que marcan las autoridades sanitarias, como puede ser una reducción del aforo de las pistas.

«No sabemos aún con certeza si nuestros hijos podrán ir al cole en dos semanas como para saber si se podrá esquiar», reflexiona un directivo del sector de la nieve. Aunque parezca lejana la temporada, las estaciones de esquí ya comienzan a planificarla por estas fechas. La cuenta atrás arranca el día siguiente del cierre al público. y los trabajos de mantenimiento se suceden todo el verano, pero es en septiembre cuando empiezan el goteo de reincorporaciones del personal fijo discontinuo y los primeros contratos. Este proceso se acelera progresivamente hasta la fecha de apertura, que en el mejor de los casos llega a mediados de noviembre, como ocurrió el pasado año. Todo depende de las condiciones de la nieve y del frío que se den. La meteorología marca las constantes vitales de este negocio.

Las próximas fechas serán por tanto claves para despejar dudas y conocer en detalle qué se encontrarán los esquiadores que suban este invierno al Pirineo y las sierras de Teruel. Las estaciones dan de momento pocas pistas al respecto. «Estamos preparando la nueva temporada en base a todas las indicaciones que está marcando sanidad», señalan desde Aramón, participado al 50% por Ibercaja y el Gobierno de Aragón. El grupo, que abarca cuatro de los seis centros de esquí de la comunidad (Formigal-Panticosa y Cerler en Huesca; y Javalambre y Valdelinares, en Teruel), elude valorar cómo será la campaña y los peligros que la acechan. La compañía subraya que está ahora inmersa en los trabajos de mantenimiento y que, a pesar de la incertidubmre, ha mantenido sus planes de inversión de este verano de cara a la nueva temporada, que ascienden a 9 millones de euros.

ABRIR SI NADA LO IMPIDE

Desde la estación pirenaica de Astún, su director comercial, Andrés Pita, asegura que se está preparando «con normalidad». «Trabajamos con el escenario de que vamos a abrir», sentencia, aunque reconoce que «hay incertidumbre» porque «no se sabe qué va a pasar» ni qué medidas se pueden llegar a aplicar si la pandemia se descontrola este invierno. Solo en este complejo hay cerca de 300 personas pendientes de lo que ocurra, que es el número de trabajadores directos con que cuenta en el momento más álgido.

«Como sector turístico que somos nos afecta la incertidumbre general», afirma el presidente de la Asociación Turística de Estaciones de Esquí y Montaña de España (Atudem), Jesús Ibáñez, que agrupa a 36 centros, ninguno de los cuales ha comunicado oficialmente que no vaya abrir. Aunque las circunstancias son complejas, el sector trabaja «en positivo». «No somos ajenos a lo que ocurre, pero tampoco nos cruzarnos de brazos. Estamos trabajando intensamente pensado en nuestros clientes y trabajadores», agregó.

¿Peligra la temporada? Ibáñez responde que «no se sabe». «Trabajamos para lo contrario, para abrir», recalca. «Dependemos de una normativa general, de si vuelve a haber confinamientos parciales o totales…», recuerda. En su opinión, hay que confiar en que se aplane la curva de contagios: «queda tiempo y margen».

«Evidentemente no se puede abrir a pérdidas. Si las circunstancias no hacen viable el negocio, cada empresa tendrá que decidir», precisa el presidente de Atudem, quien pone de relieve el motor económico que representa este sector en las zonas de montaña, con más 3.000 puestos de trabajo directos y varios miles más indirectos. Por ello, reclama más «apoyo público» en España siguiendo el modelo de ayudas por el covid-19 que se está aplicando en Francia y los países nórdicos.

Desde el Gobierno de Aragón, la Dirección General de Turismo, que dirige Elena Allúe, ha preferido no hacer ningún comentario sobre los retos a los que se enfrentará el sector de la nieve este invierno por considerar prematuro hacer cualquier valoración. Tampoco la estación de Candanchú ha querido pronunciarse.

El virus ya obligó a cerrar las centros invernales de manera precipitada la pasada temporada, que iba camino de convertirse en la mejor en la historia en Aragón. Esta previsión se vio frustrada al anticiparse el fin de la campaña a mediados de marzo (los días 12 y 13), justo antes del estado de alarma. Esto supuso un importante golpe para las estaciones, que tuvieron que clausurarse un mes antes de lo previsto, lo que provocó un descenso del 25% en el número de esquiadores respecto a la temporada anterior, cuando hubo 5,67 millones.

FACTORES A FAVOR Y EN CONTRA

Hay aspectos que juegan a favor del esquí en tiempos de pandemia. No deja de ser un deporte individual y al aire libre en el que es sencillo aplicar medidas de distanciamiento social. Pero la espada de Dámocles de un confinamiento o una restricción de la actividad siempre estará ahí. A ello se suma la previsible suspensión de los programas escolares de la Semana Blanca, que llena las pistas de niños y jóvenes entre semana. Esto supondrá un varapalo para las escuelas de esquí, en las que trabajan cientos de profesores. También preocupa cuál será la respuesta de los esquiadores. «El problema radica en invertir un montón de dinero en poner en marcha la temporada sin saber si va a funcionar», advierten fuentes sindicales del sector.

El espejo de lo que está ocurriendo en las estaciones de esquí del hemisferio sur, que están ahora en plena temporada, ofrece señales dispares. En Nueva Zelanda se está desarrollando con cierta normalidad, mientras que en Australia dos de las principales estaciones (Falls Creek y Hotham) tuvieron que cerrar a los tres días de abrir por un rebrote en su región. En Chile y Argentina se han registrado nevadas históricas, pero el sector no tenía permiso para abrir hasta hace pocas semanas —a mitad de campaña— y algunos centros han optado directamente por no hacerlo ante la pérdidas que supondría.