La crisis deja muchos datos. Uno de los colaterales es la cantidad de gente que vive «no al día, sino al minuto». Charo Jiménez Casas lo sabe bien. Es la directora del Albergue de Zaragoza. Tiene una larga experiencia en servicios sociales. Tiene detrás un equipo del que se siente más orgullosa que nunca. Dan la cara por los más vulnerables. Y están desdoblando esfuerzos, desde servicios como el de limpieza, como el comedor, por ese otro albergue provisional que el ayuntamiento ha habilitado en Tenerías.

Los últimos datos de los que disponían las entidades que trabajan con personas sin hogar eran los de Cruz Roja. Hablaban de unas 500 personas en esta situación. Ahora saben que podrían ser más. El Albergue acoge estos días a unas noventa personas, más los que de Casa Abierta. No queda una plaza. Y llevan dos semanas trabajando a destajo. Para proteger a quienes no tienen una casa en la que quedarse.

«Hasta ahora no ha habido ningún contagio, que es lo que más miedo nos da». No temen por ellos sino, sobre todo, por sus usuarios. «Es una población muy herida», dice Charo. Y se refiere a lo físico y a lo emocional. Vivir en la calle durante años o en sitios precarios marca. Sin embargo, «tienen capacidad de entender la situación, se ayudan unos a otros». Hasta organizan actividades entre ellos estos días.

A Charo Jiménez cosas como estas se le han quedado grabadas. Y otros muchos momentos bonitos, como gente que ahora se ofrece para ayudar. «Les digo siempre lo mismo cuando vienen: si me quieres ayudar, quédate en casa». Los hosteleros les están llamando «casi a diario» para echar una mano, pero su capacidad de almacenaje es limitada. La red de ayuda social y vecinal ha despertado. Pero, frente a eso, también dice que hay quien no entiende, por la razón que sea, su actividad. «Ahora no abrimos el comedor --social-- sino que la gente viene a recoger su comida y ha habido alguna queja por las filas, que no son de más de quince personas y que siempre están controladas y organizadas». Es una queja «motivada por el miedo» y eso lo entienden. Pero «el miedo no lo puedes gestionar atacando al más débil».

Le pregunto a Charo qué necesitan. Al albergue provisional de Tenerías, la Asociación de Estancos llevó tabaco. «Aquí eso no nos viene mal, para los usuarios, pero también necesitamos ayuda organizada en algunos aspectos». Uno de ellos es la ropa. El servicio de ropero ha dejado de funcionar y no pueden recibir donaciones, por el temor a que las prendas estén infectadas. Solo puede ser ropa nueva y a demanda. «Estamos buscando alguna firma que colabore».

Sus soluciones llegarán día a día. «Yo lo escribo a ver qué pasa, Charo», le digo. Ella seguirá mañana al pie del cañón. «Lo que tenemos claro es que vamos a luchar por estas personas. No los dejaremos caer».