Los acontecimientos acaecidos en los últimos meses han puesto en evidencia las debilidades de nuestro sistema sanitario: sus carencias, sus problemas de gestión, la falta de coordinación, la inexperiencia de un comité interterritorial que, vacío hace tiempo de contenidos asumidos por las comunidades, ha sido incapaz de tomar el liderazgo en esta tremenda crisis.

La experiencia vivida nos deja muchas situaciones en las que hemos mostrado nuestras fortalezas y nuestras debilidades. La flexibilidad de los profesionales para asumir situaciones nuevas, para dar lo mejor de sí mismos, consiguió que en corto espacio de tiempo surgieran especialistas en materias no habituales en su día a día. Igualmente se transformaron espacios en los hospitales, se crearon circuitos para aislar a los afectados, se habilitaron nuevos espacios creando unidades de intensivos… Todo el mundo se puso al día en una patología que mostraba distintas facetas conforme avanzaban los acontecimientos.

En los peores momentos de la pandemia, atenazados por el miedo al contagio, pero con el espíritu de servicio alto, los profesionales permanecieron unidos para doblegar al virus. No existían horarios, el apoyo entre todos y el trabajo en equipo, los hizo fuertes en la adversidad. La imaginación, el espíritu de servicio y la situación que estaban viviendo, provocó que el ingenio les hiciera fabricar ante la escasez, equipos de protección.

La mirada serena hacia el tiempo vivido nos aporta enseñanzas para evitar que esta pandemia que ha afectado tan profundamente nuestras vidas, podamos afrontarla mejor si se repite en el tiempo. Las debilidades que ha mostrado nuestro sistema tendrán que ser abordadas. Hemos aprendido la dificultad de depender del mercado exterior, no podemos ser un país solo de servicios. Nuestras alertas sanitarias no funcionaron, a pesar de que desde los propios ámbitos sanitarios nos preparábamos para lo que se avecinaba.

Aprendimos tarde que el coronavirus tenía una gran capacidad de propagación, aprendimos tarde que el uso de mascarillas, el distanciamiento social y el diagnóstico precoz de los positivos, con un eficaz control epidemiológico y su aislamiento, era el mejor tratamiento para evitar el contagio. También aprendimos, pero tarde, quiénes eran los más vulnerables, nuestros mayores. La covid no nació en los centros socio sanitarios, fue llevada a ellos. Estos muestran grandes carencias sanitarias y precisan de un estudio a fondo. Hay que crear equipos de profesionales expertos en el tratamiento y seguimiento de estos pacientes para que actúen a tiempo.

Tenemos que prepararnos para los tiempos que se avecinan, la covid-19 no ha desaparecido. Las medidas de protección y la responsabilidad de los ciudadanos evitarán que un nuevo brote ponga de nuevo en peligro nuestra salud, arrastrando consecuencias económicas, que puedan terminar con nuestro estado de bienestar. A nuestro sistema sanitario le espera una recuperación lenta y para que pueda hacer frente a la situación generada por la pandemia le quedan muchos cambios. Y habrá que hacerlos con una estrategia distinta a la de los tiempos pasados, pues la covid-19 ha venido para quedarse y tendremos que aprender a convivir con ella mientras no haya un tratamiento eficaz o una vacuna.