Cada tarde, Justo saca un altavoz al balcón de su casa, un entresuelo de la calle Villahermosa que casi hace esquina con la plaza Luis López Allué, la más hermosa de Huesca. En cuanto acaban los aplausos de las ocho, dispara desde la tablet una base instrumental descargada de internet, se humedece los labios y se pone a tocar el saxofón.

Empezó el primer lunes de confinamiento, un ya lejano 16 de marzo, y desde entonces no ha fallado ni un solo día. Al principio salía en batín, pero tras el cambio horario ha echado mano de un sombrero para cubrirse del sol. Ni así disimula su aspecto de afable Van Gogh oscense.

Cada tarde, Justo toca una única pieza que ensaya previamente. Empezó con Imagine, de John Lennon. A partir de ahí, ha caído de todo: Hey Jude y The sound of silence, el Adagio de Albinoni y el Ave María de Schubert, Duke Ellington y Edith Piaff. «Cosas oscuras, deprimentes y melancólicas», resume. Aunque un día se marcó el Please release me de Tom Jones, y otro, la italiana Se stasere sono qui. «La idea es tocar música normal. No es experimental, no es conceptual, no es contracultural: es normal», explica el saxofonista, consciente de que la mayoría de vecinos son personas de avanzada edad.

Sonidos experimentales

Justo Bagüeste abandonó hace décadas eso que ahora denomina música normal. En los 80 se mudó a Madrid para formarse en el conservatorio. «Estudié y desestudié», explica. Porque tuvo de profesor al reputado saxofonista de jazz Pedro Iturralde, pero tuvo de vecino al inquieto Markus Breuss. Y con este, pronto se lanzó a coquetear con los sonidos experimentales. Su grupo Clónicos fue pionero de la electroacústica. A finales de los 90, Justo se sumergió en la electrónica chill out y cuando llegó la crisis de 2008 regresó a su Huesca natal porque en Madrid «ganar 50 euros tocando una noche ya era muy difícil».

Toda esa inquietud musical queda aparcada cuando sale al balcón a tocar para sus vecinos. «Aquí soy un reproductor, un discjockey, un filtro de emociones. No quiero que escuchen mi rollo, sino tocar algo que les evoque, que les ponga contentos. Con esas canciones intento conectar con mis padres, que ya no viven», suspira. También está conectando con Justo Papetti y su Saxofón de Oro, un alter ego que se inventó tiempo atrás en referencia a Fausto Papetti, aquel saxofonista italiano célebre por sus discos de música instrumental ligera. Su misión es tocar música que no implique esfuerzo a su confinada audiencia.

Los pocos días que sale a hacer la compra, Justo Bagüeste recibe agradecimientos de viva voz. ¡Y regalos! Principalmente son botellas de vino que le obsequian tenderos y alguna vecina. Por eso, además del altavoz, la tablet y el saxo, también saca al balcón un copazo. «Me siento útil hacia los demás, lo cual estos días es un poco difícil. Pero además, tengo una felicidad inmediata: toco y me aplauden. ¡No me han aplaudido tantas veces en mi vida! ¡Ya tengo cierta adicción!», ríe. Hasta la fecha, nadie se le ha quejado. Ni siquiera en Jueves Santo, cuando, tirando del sentido del humor, se marcó el Stairway to heaven, de Led Zeppelin. Escalera hacia el cielo, sí. Y, para más inri, con una base rítmica de bossa nova. Seguro que Fausto Papetti sonrió en su tumba.

Los vecinos de Justo no son los únicos que disfrutan sus recitales. Cada tarde, Carmen, la vecina del primero, sale al balcón y filma la actuación. Acto seguido, la difunde por varios grupos de whatsapp. Así sabemos que el día que llovió, Justo sacó un paraguas para proteger el altavoz. Y que el Viernes Santo salió a tocar con un capirote de penitente. A estas alturas, toda la ciudad está al corriente de la gesta de Justo. Ya era muy conocido y querido en Huesca. Desde esos grupos de whatsapp recibe ánimos, aplausos, agradecimientos y hasta peticiones.

El día que murió Luis Eduardo Aute algunos espectadores de los grupos de whatsapp le pidieron que tocase Al alba. Bagüeste fue un gran admirador de Aute. Años después, incluso trabaron cierta amistad. En 1999, Justo tocó el saxo barítono en el disco Animal del cantautor. Años después, Aute recitaría un poema en el disco Inducing the poetic dreams del oscense. «Era un viaje por la M-30 desde su casa hasta el cementerio de San Justo», recuerda hoy.

«En una entrevista a Elvis Presley le preguntaban si no creía que su obra era demasiado superficial, que sus canciones y películas siempre iban del típico chica busca chico. Respondía que quizá sí, pero que también sabía que en momentos de tristeza y alegría la gente ponía una canción suya y se sentía más acompañada y feliz. Me gustó mucho su pensamiento», reconoce Justo. Y lo recuerda cada tarde antes de salir al balcón. H