Teruel tuvo que afrontar ayer su primer Sermón de las Tortillas en una situación de estado de alarma que impidió que los turolenses pudieran salir a las zonas recreativas de la ciudad y que lo celebraran en sus viviendas. Solo se levantaron cinco denuncias a personas que decidieron incumplir el confinamiento y celebrar esta tradición en el campo.

El control para impedirlo fue férreo. Las policías Local y Nacional permanecieron durante toda la jornada realizando varios controles en las diferentes salidas de la ciudad. La concejal de Policía Local y Seguridad Ciudadana, Ana Oliván, detalló que la Policía Local se encargó de los controles situados en El Parador, la rotonda de la calle San Francisco y la salida de la carretera de Alcañiz, mientras que la Policía Nacional se ha instalado en Dinópolis, carretera de Castralvo y carretera de Villaspesa.

De esta manera, dijo la concejal, se trató de cubrir de manera «más eficaz» las diferentes salidas de la capital turolense. Todos los vehículos inspeccionados cumplieron las normas establecidas, en cuanto a número de pasajeros y motivo del desplazamiento. También revisaron zonas de campo donde se suelen reunir los turolenses, lugares donde descubrieron a los denunciados.

No obstante, la tónica general fue el cumplimiento. De ahí que Oliván decidiera transmitir el agradecimiento del Ayuntamiento de Teruel a los ciudadanos que respetaron «de forma mayoritaria» la prohibición de salir al campo.

En la jornada anterior la alcaldesa turolense, Emma Buj, ya había hecho un llamamiento a la ciudadanía para que celebraran esta tradición en sus viviendas, pidiendo, a su vez, responsabilidad para combatir la pandemia del coronavirus. «El Sermón de las Tortillas es una fiesta entrañable, querida y esperada por todos pero este año tenemos que celebrarla de forma especial, echándole imaginación dentro de nuestros hogares», apeló la alcaldesa Buj.

Para dicha celebración las calles de Teruel se vacían por completo. La ciudad tiene un aspecto muy diferente a las Bodas de Isabel de Segura o para las fiestas de la Vaquilla. El origen de esta fiesta se remonta a los tiempos de la fundación de la ciudad, cuando el martes de Pascua era el día marcado por los Fueros para que los ciudadanos, en asamblea, eligieran a los cargos anuales que regirían la ciudad.

La fecha fue elegida en el siglo XV por la Cofradía de Nuestra Señora de la Villa Vieja y de la Sangre de Cristo, que todavía hoy sale en procesión en Semana Santa, para dar una comida a los vecinos más pobres. La hermandad reunía a los menesterosos en una ermita y les ofrecía primero un sermón a cargo de un religioso y después alimentos, entre los que no faltaban las tortillas.

Con ocasión de esta fiesta, se empezaba a consumir la conserva del cerdo sacrificado durante el invierno y también las roscas de bizcocho con huevo duro, longaniza y la tortilla.