La India fue una milagrosa excepción en la lógica pandémica: un país en vías de desarrollo con un sistema sanitario frágil y hábitos higiénicos muy mejorables, sin tests ni tecnología de seguimiento, apenas contaba con un millar de muertos a finales de abril. Y llegó el tsunami, con bruscos acelerones contables sin explicación racional, hasta el medio millón de infectados y casi 15.000 muertos actuales. La India ha enlazado esta semana récords diarios de contagios, con 17.000 registrados el viernes, y se perfila como la puerta de regreso del virus a Asia tras su periplo por Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. La India está ingresando en la lógica a empujones.

Sobrevuelan las dudas de una realidad más cruda. "¿Son las muertes por coronavirus en la India mucho más altas de lo que muestran los datos oficiales", preguntaba esta semana India Today, apuntando a unos desajustes que superan las triquiñuelas contables generalizadas. Lo sugieren las crónicas desde Nueva Delhi, epicentro actual de la pandemia. Los cuerpos en algunas morgues duplican su capacidad, los crematorios han instalado nuevas piras y se han oficiado 500 funerales por muertos por coronavirus en dos días. Faltan médicos, hospitales, ventiladores y tests. Los cinco millones de análisis sobre una población de 1.300 millones son irrisorios.

La urgencia es encontrarle un hueco a los enfermos. Más de 8.000 han sido colocados ya en 500 vagones de tren repartidos en nueve distritos de la capital. Un centro religioso se transformará en un hospital que, con 10.000 camas, será el mayor del mundo relacionado con el coronavirus. Y se estudia seguir con hoteles y estadios deportivos. Las estimaciones oficiales hablan de medio millón de casos en julio que requerirán aumentar las 9.000 camas actuales hasta las 80.000.

UN COLAPSO ANUNCIADO

El colapso de la sanidad se daba por descontado. La India le dedica un 1 % de su PIB y 63 dólares por persona en doloroso contraste con los 400 dólares de China. La pandemia ha subrayado la brecha social. Sólo las élites pueden afrontar las 80.000 rupias o 927 euros que cobran por noche los hospitales privados o comprarse los buscadísimos tanques de oxígeno. El resto está abocado a la desbordada sanidad pública que también les cierra las puertas a menudo. Algunas autoridades provinciales han amenazado con revocar las licencias a los centros que sigan denegando las admisiones.

La India impuso en marzo un confinamiento sin precedentes, por extenso y estricto, cuando apenas contaba con 800 contagios. La medida empujó a Narendra Modi, el hipernacionalista primer ministro, al elogiado grupo de dirigentes responsables y ágiles. El tiempo ha revelado que fue calamitosa. Detrás no había nada: ninguna previsión sobre los centenares de millones de migrantes que de un día para otro perdieron el trabajo en las ciudades y, con los trenes cancelados, hubieron de regresar a sus hogares en odiseas homéricas bajo la canícula y a menudo descalzos. El caótico éxodo, además, extendió el coronavirus hacia las zonas rurales y colocó a su red sanitaria frente un enemigo inabordable. De los 3.872 contagios registrados en Bihar, un estado oriental, 2.743 estaban vinculados a migrantes.

AMPARO PARA LOS MÁS VULNERABLES

La Corte Suprema ha ordenado que se atiendan las necesidades elementales de las castas más bajas y las minorías étnicas. No es raro que el poder judicial indio regule cuestiones sociales frente a la indolencia gubernamental. El tribunal ha exigido que extienda las ayudas económicas, les dé comida, agua y refugio y, con el servicio ferroviario ya reanudado, les pague los billetes.

El fondo de asistencia de más de 1.000 millones de dólares, que suma recursos públicos y donaciones, no sólo es insuficiente sino que hay dudas razonables sobre sus destinatarios. Y, en medio de la tormenta, desde el Gobierno se atizaba esta semana el nacionalismo tras un fragoroso choque con China en la frontera. Lo resumía en la prensa local el académico Pratap Bhanu Mehta: "La India se dirige hacia aguas inexploradas y carece de un liderazgo al timón, sólo hay un simulacro de liderazgo".

La India flexibilizaba este lunes el confinamiento cuando las cifras de contagios y muertos encadenaban récords. Quizá sea una de las decisiones más sensatas de Modi: las cuarentenas en la India no sólo recortan los beneficios anuales empresariales ni puntos porcentuales del PIB sino que empujan a muchos a la frontera de la supervivencia física. Sólo la juventud de la población india, que mantiene bajos los niveles de mortalidad, matiza el preocupante horizonte.