Las casas rurales han sido una de las opciones más buscadas durante las semanas previas al periodo estival. Muchos aprovechaban la desescalada para juntarse con quien antes no podían. Pero ahora que comienza el verano llega la prueba de fuego, y las previsiones, aunque buenas, no son del todo halagüeñas. La cautela, por ahora, es la norma.

«Todavía queda mucho sitio. Es cierto que hay determinados alojamientos, como las casas con piscinas y barbacoa, que sí que están reservadas ya para todo el verano, pero en el resto aún queda bastante para llenar». Lo explica Jesús Marco, presidente de la Faratur, la asociación aragonesa de turismo rural.

Todavía quedan muchos establecimientos, cuenta Marco, que están aún al 50%, aunque, admite, la previsión es llegar al 100% durante los meses de julio y agosto. «Va todo muy despacio. La gente llama mucho también para preguntar por las medidas de seguridad», explica. Lo que sí que han detectado en Faratur es que la gente, este año, está reservando para periodos de tiempo más largos, lo cual resulta más seguro tanto para los dueños de los establecimiento como para los clientes. «Si hay menos rotación, hay menos posibilidades de contagio», cuenta Marco.

En Aragón hay 1.500 establecimientos de turismo rural, que este año además podrán acogerse al «sello seguro» que determina que se cumplen las medidas de seguridad. «Se han retirado todos los elementos ornamentales como alfombras, jarrones, incluso cuadros, además de otras muchas medidas, claro», explica Marco.

El Pirineo, y los entornos de Albarracín, Javalambre, Matarraña y Maestrazgo son algunos de los lugares más cotizados, aunque los repuntes de casos de coronavirus en algunas comarcas de Aragón ya están haciendo mella en las reservas. «Está afectando a todo Aragón, no solo a las comarcas que han retrocedido de fase», asegura el presidente de Faratur.

Con todo, se espera que el verano pueda servir para que algunos recuperen las inversiones que hicieron para adaptar sus casas a la nueva normativa para estos establecimientos. En vez de estrellas, como en los hoteles, la calidad de estos se mide ahora por espigas. «Los que tienen una casa rural como primera actividad lo han pasado muy mal», zanja Marco.