A las puertas de las Urgencias del Hospital Miguel Servet un coche del 061 espera a tener que intervenir y salir pitando. Mientras, sus tres ocupantes, sanitarios, aguardan. Su conductor advierte de que no tiene mucho tiempo para hablar, que están pendientes de recibir alguna llamada de emergencia. “Estamos faltos de material sí, por eso es importante recordar a todo el mundo que tienen que seguir realizando un esfuerzo y quedarse en casa. Evitar los contagios es la mejor medida”, contaba el conductor del vehículo.

Otra enfermera, a pocos metros, salía por la puerta de Urgencias. Pide no decir su nombre, como todos los que han prestado su testimonio en estas líneas. Explica que el principal problema son las bajas de compañeros que han causado que el trabajo de los que siguen en primera línea se haya multiplicado. Dos colegas salen detrás de ella y lo confirman. La preocupación ya no es la carga de trabajo, sino la “carga psicológica” con la que tienen que lidiar estos días. Miedo no tienen, pero sí “respeto”, sobre todo a contagiar a los de casa.

“Los aplausos son lo único que nos dan fuerza, pero hubiera estado bien que los de arriba se hubieran dado cuenta antes de lo que hacemos”, lamentan ambos. Durante estos días, explican, las urgencias que no tienen que ver con afecciones respiratorias (causadas en su mayoría por el covid-19) han caído en picado. Para evitar contagios, existe un circuito cerrado y específico para este tipo de pacientes, pero el problema principal sigue siendo el de siempre: la falta de equipos de protección. “Guardamos las mascarillas y tenemos que reciclar las batas. Así estamos”, se resignaban.

"Nos dan una bata al día para los tres turnos (tres personas) y después las desinfectan para poder reutilizarlas"

Una técnico del servicio de rayos X de Urgencias del Servet así lo explicaba después. “Seguimos haciendo manualidades con bolsas de basura para protegernos. Nos dan una bata al día para los tres turnos (es decir, para tres personas), y después las desinfectan para poder reutilizarlas. Mascarillas quirúrgicas -las que sirven para proteger a los demás pero no a uno mismo- tenemos una al día, cuando antes utilizábamos una por paciente. Y las mascarillas de pato que llamamos -las FPP2 y FPP3, que sí que filtran lo suficiente como para evitar ser contagiado- las tenemos que utilizar durante toda la semana. Cada una tenemos un sobrecito en un corcho en donde las dejamos para que se aireen cuando no estamos trabajando. Imagínate”, explica indignada.

Cuenta que pueden llegar a atender a 50 pacientes cada día, y que el contacto con ellos es muy cercano. “Son las únicas personas a las que ahora me arrimo, porque cuando llego a casa no me acerco a los míos. Cuando sales del trabajo estás muy cansada y triste, así que los aplausos son muy necesarios. Emocionan de verdad. Pero que quede claro, esos aplausos son para toda la gente que están trabajando estos días. Nosotros sabemos a lo que nos enfrentamos, pero mucha gente que está al pie del cañón todos los días no”, cuenta.

LAS CELADORAS PIDEN RECONOCIMIENTO

También en los exteriores del Servet un grupo de celadoras conversaban esta mañana, resguardadas del frío. Una de ellas tuvo síntomas hace unas semanas, pero dio negativo en el test de coronavirus. Todas coinciden en que se sienten un poco minusvaloradas en sus puestos. “Somos el último eslabón, pero somos las que cargamos con los pacientes. Tenemos mucho contacto con ellos, por lo que el riesgo es elevado. La situación en el hospital es de "calma tensa", lejos de la situación que puede existir en algunos hospitales de Madrid. “Todos estamos como pendientes de que algo va a venir, pero de momento está controlado”, dicen. Eso sí, también piden más seguridad para ellas. Sus turnos son rotatorios y cada semana están en una planta, por lo que no disponen de equipos fijos de trabajo. “Cuando llegamos el lunes nos dicen que no tienen equipos para nosotras porque son para el personal de esa planta. Eso no puede ser”, denuncian todas.

Otra joven enfermera de las Urgencias de ese mismo hospital complementa la versión de estas trabajadoras. “Estamos expectantes. Ahora mismo hay calma en el servicio. Este fin de semana han ingresado muchos menos pacientes por coronavirus, pero no sabemos si ahora nos vendrá otra bofetada”, asegura. Los pacientes con covid-19 siempre tienen “mucho miedo”, pero no todos están en las mismas condiciones. “Siempre piensas que algo así no podía pasar en España. Había información, pero no pensaría que esto nos hubiera afectado como lo está haciendo”, asegura. Antes acabar de hablar advierte: “Por cierto, es falso que, como ha dicho Fernando Simón, cuando hay un profesional sanitario afectado se haga test a todo el personal que haya estado en contacto con él. Eso no se hace. Ni en Zaragoza ni en ningún sitio”, finaliza.

"Es falso que, como ha dicho Fernando Simón, cuando hay un profesional infectado, se hagan pruebas a todo el personal que haya estado con él"

Lejos del Servet la situación parece ser algo mejor. Un enfermero del Rollo Villanova habla de la soledad de los pacientes ingresados por el virus como otra de las enfermedades derivadas de esta pandemia. “Llevo en la UCI 15 años y nunca había imaginado nada así. Estamos acostumbrados a tratar pacientes con meningitis u otras enfermedades infeccionas, pero nunca había habido tanto miedo al contagio”, afirma.

Los equipos, cuenta, se han convertido en una piña. “Estamos muy motivados, y la verdad es que por el momento está controlado. Tememos que pueda venir ahora lo peor”, dice. Advierte también de que muchos de los pacientes que llevan días ingresados están empeorando y necesitan cuidados intensivos. “Hay 10 ucis ocupadas, y se han previsto otros espacios para que sean ocupados si es necesario”, explica. De EPI, eso sí, van “bien”. “Creo que se ha instruido bien al personal para no desperdiciar materiales de protección. Lo hacemos lo mejor que podemos”, asegura.