La situación de cuarentena no es fácil para nadie. Pero existen colectivos muchos más sensibles ante la obligación de quedarse en casa. Puede parecer que nadie piensa en ello, pero las redes vecinales pronto tejen propuestas, iniciativas y proyectos de convivencia. Pasa en varios barrios de la ciudad, desde Torrero a el Gancho. Donde existen personas que han quedado al margen de los caminos oficiales, siempre aparece la mano de una paisano para animar el trayecto.

En el barrio de La Madalena desde el primer día de confinamiento se ha podido ver cómo el tejido social se volcaba con sus vecinos más desamparados. Hasta el punto de que hay más manos ofreciendo colaboración que necesidades detectadas. Y la implicación llega desde lo fundamental a lo nimio: desde los trámites urgentes a la compra de última hora o la impresión de deberes.

Los aplausos en los balcones y las videollamadas con los grupos de amigos son un parte fundamental de esta acción global contra el coronavirus, pero en los colectivos sociales se afronta la cuarentena de una forma muy diferente, pues la organización de este tipo de iniciativas no es nada sencilla.

Pese a todo, barrios como El Gancho, Las Fuentes, Delicias, la Jota, Picarral, Zalfonada o Torrero han puesto en marcha grupos similares. «Queremos garantizar los cuidados en el ámbito más cercano», destaca una de las promotoras de la red de La Madalena, Teresa Artigas. Para comenzar no hace falta mucho. A veces basta con una nota por debajo de la puerta o incluso con ayudar a difundir los teléfonos de contacto, que en su caso es: 976 392 979.

Necesidades profundas

Una vez tendidas las redes, en ocasiones se descubre que algunas necesidades son muy profundas. «Nos hemos encontrado algún caso para derivar a los servicios sociales, pues atender algunas cuestiones requeriría reformas estructurales », manifiesta Artigas.

El colectivo Dignidad, que agrupa a los grupos de participación integrados por personas en riesgo de exclusión social de Aragón, destacan que la vida no tiene el ritmo del Resistiré. En muchos casos la soledad no permite entonar canciones. «Cada vez que escuchamos toser, ya estamos en alerta porque somos un colectivo de alto riesgo, el hecho de vivir en la calle y haber tenido una vida dura hace que tengamos una salud más precaria, pues hay muchas personas que acumulan enfermedades y dolencias crónicas que hacen que su estado de salud sea complicado» dicen.

En el Gancho se ha creado otra red de apoyo que van organizando a través de WhatsApp, para ayudar a los vecinos con dificultades, personas mayores que no pueden salir hacer la compra, a la farmacia o a sacar su mascota. Se han organizado en grupos especializados para coordinar diferentes actividades. Por un lado se trabaja en la costura y reparto de mascarillas, que ya han llegado a los comerciantes y trabajadores de la zona. También en el reparto de alimentación a las personas que han visto como el confinamiento truncaba su forma de subsistencia, ligada al día a día. Igualmente se busca atender aspectos sociosanitarios, especialmente entre las personas mayores. Y han podido liberar varias redes wifi de forma que se apoya los escolares que no tienen acceso a internet.

Rapidez

«Estoy orgulloso de mi barrio porque ha respondido con rapidez ante las necesidades», afirma una de las personas implicadas en el colectivo, Pepe Fernández, que estos días ha estado colocando carteles con los teléfonos a los que pueden llamar pidiendo asistencia en las fachadas de los comercios cerrados.

Los pequeños gestos son fundamentales, como saben asociaciones vecinales como Calle y Libertad o Parque Bruil, implicadas en estas tareas. La falta de recursos influye incluso en las hora de ocio.

Pero en ocasiones lo que está en juego son cuestiones relacionadas con la salud. Otro ejemplo: en La Madalena, tras una propuesta del centro de salud Rebolería (y también se San Pablo), los propios vecinos han comenzado a llevar a sus mayores las pautas del Sintrom.