El coronavirus también ha alcanzado de lleno a las farmacias aragonesas. Cinco de ellas se han visto obligadas a cerrar y un total de 26 trabajadores -entre farmacéuticos y personal de farmacia- han sido víctimas del contagio. La clausura afecta a boticas en la localidad zaragozana de Cervera de la Cañada, una en la provincia de Huesca y tres en Zaragoza capital. Una de ellas es la regentada por Alodia Novella, a la que la enfermedad de una de sus compañeras ha obligado a bajar la persiana.

«Estamos tranquilos porque Zaragoza dispone de una red de farmacias muy grande y la gente no se va a quedar sin su medicación», indica Novella, que, asimismo, celebra que el Colegio de Farmacéuticos ha dispuesto una bolsa de farmacias voluntarias que brinda servicio a las oficinas de guardia que, como es su caso, no puedan ejercer por estar cerradas.

«Antes del cierre atendimos a mucha gente con síntomas muy compatibles con el coronavirus y con numerosas dudas; y lo seguiremos haciendo en cuanto podamos. Estamos muy orgullosos de nuestro trabajo y de nuestros compañeros», expuso Novella.

Las precauciones son máximas «dentro de nuestras posibilidades», opina Raquel García Fuentes, presidenta del Colegio de Farmacéuticos de Zaragoza. «Se impone un distanciamiento de seguridad, con mámparas, mascarillas y todas las precauciones posibles, entre las que se incluye el uso de geles, mucha limpieza y el pago a través de tarjeta, cogiendo el menor dinero en metálico posible», añade.

Aunque la gran preocupación del colectivo se centra en las farmacias rurales, que son las principales amenazadas. «En muchos sitios, el farmacéutico es el único profesional sanitario accesible y disponible las 24 horas del día y con acceso sin cita previa; y más ahora con los centros de salud que no tienen la puerta abierta y la farmacia es el primer acceso a la sanidad». Es el caso de Cervera de la Cañada, cuyo servicio ha sido cubierto por boticas de localidades cercanas que se han encargado de abastecer a los vecinos del pueblo para asegurar su suministro durante la semana en la que tuvo que cerrar.

Así, esa solidaridad está siendo esencial para que, de momento, no haya problemas de abastecimiento en la comunidad, aunque la viabilidad en el futuro se convierte en otra inquietante amenaza. «A nivel económico hay diferencia entre una farmacia urbana y otra rural. Estas últimas nos preocupan más porque puedan quedar abocadas al cierre o en la cuerda floja», explica García Fuentes, que, en todo caso, focaliza ahora toda su atención en la salud de los trabajadores. «Es que es lo más importante ahora y lo que más nos preocupa. Ya habrá tiempo luego de analizar y negociar con la DGA por la difícil situación económica en la que pueden quedarse algunas oficinas. De momento, paso a paso y creatividad».

En Zaragoza, la bolsa de boticas voluntarias para cubrir las guardias de las que no pueden asumir las suyas no para de crecer. «Disponemos de una red fuerte de solidaridad y se está apuntando bastante gente de forma altruista», resalta la presidenta.