El covid-19 ha adelantado despedidas. Miles y miles de familias han tenido que decir adiós a seres queridos, especialmente, a abuelos y abuelas. Las personas mayores engrosan la mayor parte de las víctimas de coronavirus en España. Al menos 18.285 usuarios de residencias públicas y privadas han fallecido a causa del virus en el país, según cálculos de Europa Press.

Las residencias se convirtieron en auténticos campos de batalla contra esta enfermedad desde el inicio de la pandemia luchando por mantener a salvo a toda una generación. Una lucha que como en otros tantos frentes ha evidenciado en algunos casos la carencia de medios materiales y de recursos humanos, así como las condiciones límites que en algunos centros residenciales llevan enfrentando desde hace tiempo.

Una realidad que desde hace cuatro años viene denunciando la reconocida cantante zaragozana Carmen París. El mismo tiempo que su madre lleva ingresada en la residencia de ancianos Santa Ana de Utebo, un centro concertado. «Las residencias no funcionan bien. Hace mucho tiempo que me di cuenta que el modelo no funciona y parece que lo han descubierto ahora. Parece que tiene que haber una tragedia para que la gente se dé cuenta de las cosas», afirma contundentemente París.

A caballo entre Madrid y Zaragoza, la artista ha centrado su vida en los últimos años en el cuidado de su madre, en los que ha podido ver la falta de personal y los ratios de este tipo de centros a los que rige «una ley de hace 30 años cuando no había tanta dependencia. Una ley que permite que a un auxiliar le toquen diez o más abuelos y con un sueldo de 900 euros al mes», explica París. «Esto hace que la deshumanización sea un horror tanto para el residente como para el cuidador», añade. Unas condiciones que llevaron a la cantante a emprender una lucha, junto con otro familiar de un residente, contra el IASS por el contrato de la residencia, en manos actualmente de DomusVi.

Según París, la mala alimentación e hidratación y el exceso de medicamentos sumado a la gestión de estos centros durante la pandemia han sido el motivo del elevado número de residentes fallecidos. «Si los residentes ya estaban abandonados, con esta crisis los aislaron en la habitación, sin sol, justos de hidratación y luego me entero que entra el Ejército a desinfectar micronebulizando lejía rebajada con agua -esto lo sé porque lo pregunté y me lo dijeron-. Al final, mi madre acabó ingresada al mes por deshidratación», denuncia la cantante.

La pandemia ha situado en el ojo del huracán las condiciones de muchas residencias, la gestión de las autoridades y con el todavía interrogante de porqué el virus se ha ensañado con estos centros y sus mayores. En Aragón, el covid-19 se ha llevado por delante a 738 residentes, informaba el último boletín epidemiológico.

Y todo ello sin el cariño familiar en los últimos momentos de vida, «de esta generación en la que está mi madre que vivió la posguerra, los que levantaron este país, porque les tocó ser hijos cuando mandaban a los padres y les tocó ser padres cuando mandaban a los hijos. Y además salvaron a las familias en la crisis del 2008», expresa emocionada París. Volver a humanizar las residencias dependerá de cuánto hayamos aprendido de esta tragedia.