Si la fase 1 permitió que muchos mayores conocieran a sus nietos después casi dos meses de confinamiento, la segunda parte de la desescalada vuelve a ser un toberllino de emociones. Muchas familias van a reencontrarse con sus seres queridos en las residencias de ancianos, aunque los abrazos se tendrán que posponer a cuando el virus ya no sea una amenaza. El Gobierno de Aragón publicó este lunes por la mañana la resolución que autorizaba las visitas solo en los centros en los que no se han dado casos de covid-19 o bien hayan pasado al menos 28 días desde el último caso.

Una de estas residencias es Entre Álamos, en Garrapinillos. Allí, Pepe Follos tiene a su madre nonagenaria de la que ha sabido que ha estado bien, gracias a un grupo de WhatsApp que la dirección de este centro creó para que los familiares de las 65 personas que ahí asisten estuvieran al corriente de su día a día. Recibían información de su estado de salud y hacían videollamadas salvo en los casos en los que los ancianos no tuvieran limitadas las capacidades cognitivas. En ese caso recibían una fotografía.

En esa residencia no entró el rebautizado como «bicho», en buena parte gracias a que el personal que asistía a los mayores decidió confinarse con ellos. Gracias a estar libre de coronavirus, este martes abrirá sus puertas a los familiares, entre los que está Follos.

«Tengo ganas de verla, sé que no podré achucharla, pero tenerla delante es importante», asegura, mientras respira aliviado por esta circunstancia, después de que los geriátricos estuvieran en el ojo del huracán.

Inmaculada Morlanes es la directora de este centro situado en el barrio rural zaragozano de Garrapinillos. Reconoce que llevan cerca de un mes pensando en un día como hoy. «Reconozco que tengo muchas ganas de que se puedan reencontrar con sus familias», señala, mientras resalta que han decidido equipar una sala exclusiva para las visitas.

«Teníamos una sala de actividades que hemos decidido readaptar porque los visitantes no tienen que pasear por el interior del centro, van directos a allí», afirma Morlanes. Admite que su obsesión es evitar que ahora «después de tanto esfuerzo» entre el coronavirus. De ahí que también hayan decidido no solo delimitar accesos y distancias, sino instalar una pantalla en las mesas en las que se verán los familiares.

A ello se unirá la obligación de llevar mascarilla, guantes y el uso del gel hidroalcohólico de forma constante. «También hemos instalado una alfombra higienizante para que no entre el covid-19 por la suela de los zapatos», añade la directora de esta residencia en la que han fijado dos visitas cada media hora. Nadie podrá entrar a la sala hasta que no se limpie con lejía.

Una forma de actuar que se traslada también a los centros gestionados por el Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS). En la residencia Ciudad de Huesca que dirige Pilar Azón también han diseñado un protocolo para la visitas.

En este caso es más especial que en otros puesto que 84 de los 104 ancianos que allí residen están en situación de dependencia. «Estas personas no podrán bajar a la zona de cafetería que hemos delimitado para estas visitas, por lo que los familiares podrán entrar a la habitación pero ataviados con equipos de protección individual.

Ella también reconoce tener miedo ante las visitas. «No hemos tenido ningún caso y no quiero tener, pero reconozco que tienen muchas ganas de ver a sus familiares», recalca Azón.

En el caso de los residentes no dependientes, estos podrán recibir visitas en una cafetería dividida en siete espacios en los que hay una mesa y dos sillas. También han habilitado una zona en el exterior. Han organizado cuatro citas por la mañana y 11 por la tarde. Entre ellas siempre habrá un espacio temporal para la desinfección.

Los centros asistenciales pueden también recuperar servicios suspendidos como peluquería o fisioterapia. También se permite a los ancianos salir del centro para dar un paseo también por un periodo máximo de una hora. En este sentido, será cada municipio el que establecerá el marco horario para ello.