Unos 60.000 voluntarios contra las aglomeraciones para evitar lo más posible nuevos contagios en Italia en el momento más delicado de la desescalada. De esto se trataba.

Los habían pedido los representantes de los 8.000 alcaldes del país (ANCI) para afrontar un desconfinamiento ya previsto como desordenado. El Gobierno se disponía a dárselos, pero se ha levantado una polémica política y mediática, que ha desorbitado la iniciativa. "Rondas", "vigilantes", "sheriffs", "matones", "guardias civiles", son algunos de los epítetos. "La fantasía al poder", titulaba un diario. "Marcha atrás, no tendrán prerrogativas de policía", decía otro, ignorando que nadie había pedido esas competencias. También se les ha llamado "guardianes iranís de la revolución" y "gorilas venezolanos".

Como ya era la petición de los alcaldes, serán "voluntarios civiles", no remunerados y con un seguro contratado por Protección Civil. Controlarán que no se formen aglomeraciones y advertirán a los interesados. Si no funciona, informarán a los agentes de Protección Civil del lugar.

ERROR DE COMUNICACIÓN

La estéril polémica se disparó el domingo probablemente por un error de comunicación, cuando desde una televisión el ministro para las autonomías, Francesco Boccia, mostró a los italianos una camiseta con la frase "asistente civil". Dice ahora Boccia: "Me refería al distanciamiento social, a las personas que echan una mano para contar que no entren demasiados en un parque o en una iglesia". En pleno caos pandémico su ministerio reclutó a 800 médicos y a 9.500 enfermeros. "Hablamos de personas que llevarán medicinas a los ancianos solos, personas que regalarán 12 horas semanales a su ciudad", dice.

Objetivos no faltan. En el primer fin de semana de desconfinamiento el paseo de mar de Nápoles quedó atascado hasta las cuatro de la madrugada. Las playas de Roma estaban a rebosar como no sucede ni en agosto. Los "Navigli" de Miguel Ángel, zona tradicional de la movida de Milán, eran como el metro en hora punta. Sin mascarillas, o bajadas hasta el cuello, o simplemente llevadas como brazalete. Sin distancias físicas y en algunos casos con sorna. "Sí, nos hemos abrazado, el virus afecta sólo a los ancianos", decía una joven de 21 años. "Hemos hecho nuestra parte, merecemos un poco de diversión", añadía un chico de 22. "Los jóvenes son inconscientes y los adultos niegan lo incontrolable", zanja la psicoanalista Caterina Tabasso.