El mercado de Huanan

Al abigarrado mercado de Huanan le sobran indicios incriminatorios: era un zoológico gastronómico de higiene mejorable con más de un millar de trabajadores y un centenar de puestos. Fue señalado como culpable al inicio porque varios vendedores contrajeron el virus pero estudios posteriores, que sientan que las dos terceras partes de los 42 primeros casos carecían de vínculos, han reducido las sospechas. Los análisis corroboraron que secuencias genéticas del virus encontradas en sus suelos y cañerías no provenían de animales, sino de personas enfermas, lo que sugiere que el salto del animal al hombre se produjo antes en otro lugar. Será difícil, de todas formas, encontrar nuevas evidencias, porque las comprensiblemente aterrorizadas autoridades locales ordenaron su desinfección a fondo cuando estalló la pandemia.

El laboratorio de Virología

El Laboratorio de Virología de Wuhan ha alimentado a los enamorados de las conspiraciones desde que los enfermos por una neumonía misteriosa se amontonaron en los hospitales. Las circunstancias del centro, sin duda, permiten las teorías más audaces: está situado a solo una quincena de kilómetros del mercado de Huanan, presunto epicentro de la pandemia, y es el único laboratorio en China con nivel de seguridad cuatro, el más alto estandar internacional, lo que le permite almacenar los patógenos más peligrosos como el ébola. Primero se habló de un arma bacteriológica y después de una fuga casual. Su directora, de hecho, admite que cuando surgió el coronavirus acudió a su biblioteca de patógenos temiendo que fuera uno de los suyos y que sólo respiró cuando comprobó que no guardaba ninguna relación. La comunidad científica internacional, atendiendo al genoma del coronavirus, ha negado que saliera del laboratorio.

El Hospital Central

El Hospital Central de Wuhan, un mastodonte del siglo XIX, estuvo al frente de la guerra contra el coronavirus en los días de plomo. Dieron la vuelta al mundo las fotografías de sus pasillos anegados de pacientes y los doctores y enfermeras superados por la pandemia antes de recibir los refuerzos de otras provincias. El gremio médico también pagó una alta factura. Unos 230 doctores quedaron infectados y cuatro fallecieron. Entre ellos figura el oftalmólogo Li Wenglian, amonestado por la policía por alertar de una pandemia similar al SARS de 2003, y que se infectó semanas después en una operación de cataratas. En agosto del pasado año fue relevada al frente del hospital Cai Li, muy criticada por la falta de material de protección y de medidas de precaución en los primeros días de la crisis.