Raquel Machín

Raquel MachínViaje a Nueva York

Viaje a Nueva York"La ciudad que nunca duerme se ha tomado un descanso"

"La ciudad que nunca duerme se ha tomado un descanso"

"Han cancelado la NBA, han cerrado Broadway, la gente no sale, parece domingo", nos dicen a la entrada del Madison Square Garden. Sí, estamos en Nueva York. Otro día lo explico. Eso fue ayer sábado, así que no sabemos qué nos espera hoy. No sé lo que es normal aquí más que lo que todos hemos visto en el cine, pero para ser sábado noche no había grandes aglomeraciones y la mayoría de bares y diners y hay decenas de elmos, ironmans, batmans hablando en cubano por teléfono. Algunas tiendas de la zona han puesto descuentos para atraer clientes.

En las farmacias y supermercados se ha agotado el desinfectante de manos. La gente abre las puertas con el codo o lleva guantes. Algunos usan mascarilla. En el súper hay largas filas, tantas que el acceso estaba restringido hasta que se fuera vaciando el aforo. Pero tienen el caos organizado. Un empleado porta un estandarte para indicar dónde empieza la fila y otro va dirigiendo a las cajas, que levantan un cartel verde cuando se quedan libres. Eso sí, algunos estantes están vacíos.

Han cerrado los museos hasta nueva orden e incluso el memorial del 11-S, para evitar aglomeraciones y el riesgo de contagio. Pero la gente sale a la calle, a los grandes almacenes. Y hay muchos turistas. Muchísimos. A cada rato se oye hablar español. En un local de hamburguesas dejamos la mesa a una familia de Castellón y en Strawberry Fields nos hizo una foto un gaditano. Los ferrys a la estatua de la libertad y Staten Island funcionan pero van casi vacíos. Si no hubiera subido un grupo de escolares, habríamos viajado prácticamente solos.

Los lugares más típicos como el toro de Wall Street tienen filas para hacerse fotos. El puente de Brooklyn está lleno porque hay muchísima gente que lo utiliza para cruzar en bici, y a qué velocidades, correr o, simplemente, ir a casa. El metro no va lleno y en los paneles informativos explican las medidas básicas para frenar el coronavirus. Es muy del estilo americano, cuídate tú mismo.

En general hay tranquilidad. Seguimos las noticias de España al minuto y notamos más preocupación de nuestras familias y amigos en Zaragoza que la que tenemos aquí. En unos grandes almacenes nos preguntan al pagar de dónde somos. "¿España? ¿No han cerrado el país?". "Esperemos que no", le contestamos.

El domingo por la tarde Nueva York decide cerrar los colegios a partir del día siguiente, así como los bares y restaurantes. Solo quedan abiertos los locales de comida para llevar. La primera medida fue impedir concentraciones de más de 500 personas, de ahí el cierre de teatros, museos y bibliotecas. Ahora ya se trata de que no haya más de 50, por eso afecta a bares y restaurantes. Optamos por regresar el lunes, un par de días antes de lo previsto. Compramos un billete a Barcelona pero aplazan ese vuelo al martes y nos lo cambian por otro a Madrid el mismo lunes, sin problemas. El JFK está semivacío, tan solo hay fila para comer en el McDonalds, el vuelo va a la mitad de su capacidad. El AVE también va prácticamente vacío.

Paquita Muniesa

Paquita MuniesaViaje a Chile

Viaje a Chile"Lo peor, la duda de cómo íbamos a volver a España"

"Lo peor, la duda de cómo íbamos a volver a España"

Paquita, en el extremo de la derecha, junto a su familia en Chile.

Ahora que ya estamos en casa todo parece más sencillo de lo que realmente fue. Lo peor de todo, la incertidumbre y la duda constante de cómo íbamos a volver a España.

Volvíamos a España en 2 vuelos diferentes, uno el viernes por la noche y otro el sábado a mediodía. Íbamos con niños pequeños y con los padres mayores, que eran quienes más nos preocupaban por su situación de mayor riesgo.

El mensaje de Iberia había sido claro y escueto. En 5 líneas nos comunicaban la cancelación de nuestros vuelos y la posibilidad de cambiar las fechas de vuelta a partir del 30 de abril o la devolución del importe pagado, pero nada de cómo podíamos volver a España.

Después de llamadas a la compañía a las que nadie contestaba, sin información alguna en su web, llamando a la embajada que nos remitía a Iberia y a su web, el viernes por la tarde fuimos al aeropuerto de Santiago y contactamos con el stand de Iberia. Allí, tras una serie de trámites y de gestiones varias, todo comenzó a solucionarse.

Nos reubicaron a toda la familia en un vuelo del sábado a las 13.40 horas, pero no nos dieron ningún tipo de documentación que confirmara que ese vuelo iba a salir. Tan solo nos dijeron que a las 9.30 horas del sábado estuviéramos en el punto de facturación de Iberia para poder hacer el check in de todos. Así que fuimos al hotel que teníamos reservado con la esperanza de que al día siguiente pudiéramos salir de Chile rumbo a casa.

Mientras tanto, todas las noticias que nos llegaban de España cada vez eran más alarmantes y nos seguían generando la duda si realmente el avión iba a poder salir de Chile. Y una vez que llegáramos a España, ¿qué iba a ocurrir?

De madrugada volvimos a recibir un mail de Iberia diciéndonos que el vuelo era cancelado, así que otra vez la desesperación ante la incertidumbre.

A las 9.00 estábamos en el punto de facturación, había empezado a llegar más gente que iba a coger ese vuelo. Hablando con quienes estaban allí, todos tenían la misma sensación, nadie sabía a ciencia cierta si ese avión iba a poder volar y esa incertidumbre nos acompañó en todo momento hasta la hora del embarque.

Sobre las 10.00 comenzó a llegar el personal de la compañía y empezaron a realizar las facturaciones y check in. Todo fluyó con normalidad y poco a poco fuimos pasando por el punto de facturación. Ya solo nos quedaba esperar.

A las 12.40 se abrió la zona de embarque, comenzamos a subir al avión y a la hora prevista salimos rumbo a España. El avión iba muy vacío, suponemos que los mails o bien trataran de volver a España a través de conexiones con otros países.

Seguíamos teniendo dudas: ¿qué iba a pasar cuando llegáramos a España?

Cuando aterrizamos unos autobuses nos recogieron al bajar del avión y nos llevaron hasta la conexión con la T4. Cuando llegamos allí la sensación fue de desolación. Estaba todo vacío, tan apenas un poco de personal del aeropuerto, pasamos rápidamente la zona de aduana, y fuimos directos a la recogida de equipaje.

En la zona de espera del aeropuerto todo estaba cerrado, contactamos con ALSA, con quienes habíamos contratado el bus de vuelta a Zaragoza y nos confirmó que nuestro viaje no había sido cancelado. Ya solo nos quedaba esperar unas horas más para la salida de dicho autobús.

La llegada a Zaragoza fue sobre las 14.00. Lo mismo que en Barajas, todo estaba vacío. Pudimos coger el cercanías que ya nos llevó al centro y por fin en casa.

Lo peor de todo ha sido la incertidumbre sobre lo que iba a pasar, llamar a teléfonos que nadie atiende, no saber si íbamos a poder volver a España o teníamos que quedarnos en Chile, tratar de buscar respuestas a lo que ha pasado y que nadie pueda darte una explicación. Es una sensación de abandono no encontrar una voz que te explique el porqué y cómo se va a solucionar.

Lo mejor, las personas que nos hemos ido encontrando, el personal de Iberia en Chile, comprensivo y comprometido a tratar de solucionar nuestra vuelta a España, el pasaje del avión, atento aun sabiendo la situación que se estaba viviendo en España y los viajeros en nuestra misma situación, con dudas similares pero siempre tratando de animarnos los unos a los otros.