El Mundial empieza a pensar que las épocas de dominio de campeones como Giacomo Agostini, Valentino Rossi, Mike Hailwood, Phil Read y Mick Doohan quedarán pronto arrinconadas ante el palmarés y la galería de éxitos que está acaparando Marc Márquez, que pese a ignorar la lista de récords que acumula, ha convertido MotoGP en su casa, en su jardín. Nada ni nadie parece inquietarle. Nada ni nadie le asusta. Nada ni nadie sabe cómo hacer frente a semejante poderío personal y técnico.

«Ha ganado por décima vez consecutiva como si estuviese tomándose una taza de café a 280 kilómetros por hora. Y la taza ni ha tintineado en las 30 vueltas de carrera. Ha sido simplemente impresionante. Eso sí, lo tremendo es que Marc no ha hecho nada que no esperásemos todos», comentó el italiano Carlo Pernat, descubridor del mismísimo Valentino Rossi. Y es que Márquez, por cuya décima victoria consecutiva en Alemania las casas de apuestas no daban ni medio euro, ha conseguido, por vez primera, lo nunca visto: pole, victoria, podio, vuelta rápida y nuevo récord del circuito.

Márquez se convirtió en el primer piloto de la historia que gana 10 años consecutivos en un mismo trazado. Mucho más que lo conseguido por el mítico Agostini, que logró nueve triunfos seguidos, de 1965 a 1973, en Imatra (Finlandia). Rossi, otro que tal, solo había logrado enlazar siete victorias seguidas (2002-2008) en Mugello. Y Márquez coronó esa gesta, cómo no, con tres dieces: 10 poles, 10 victorias, 10 podios.

LA CARRERA PERFECTA

No hubo carrera. Márquez salió a tomarse un café a 280 kms/h. Tiene razón Pernat. «Salía desde la pole precisamente para eso, para hacer la carrera perfecta. Y la carrera perfecta es dominar desde la primera a la última curva, desde la primera a la última vuelta. Salí regular y por eso protagonicé la frenada más bestia del año al llegar a la primera curva. No quería que Maverick Viñales se colase delante. Lo logré y ahí empecé a fabricar mi triunfo», señaló el heptacampeón de Cervera.

Y es que ni siquiera Márquez, siempre tan discreto, pudo resistir ayer la tentación de reconocer que le había salido «la carrera perfecta, la estrategia perfecta y el resultado perfecto... Antes de irnos de vacaciones como líderes, Álex y yo, porque si he de ser sincero estoy más contento por la victoria de mi hermano que por la mía». La suya se produjo con un pilotaje increíble (nadie, nadie, pudo rodar en un minuto y 21 segundos todas las vueltas) y, sobre todo, dejando tras de sí una estela de caos.

En la segunda vuelta se cayó Quartararo, que le daba mucho miedo «sobre todo en los primeros giros». A continuación, volvió a cometer un error incomprensible Álex Rins, «cuya Suzuki está ya para ganar siempre», comentó Márquez. Mientras Viñales se peleaba con Crutchlow, colega de marca de Marc, las dos Ducati pasaban un calvario y Rossi hacía lo que podía, es decir, acabar octavo en el peor inicio de su vida entre los reyes.