Ha habido alegrías enormes, decepciones profundas, diversión, aburrimiento, una ilusión gigantesca y, sobre todo, esperanza y un sueño todavía incumplido. El CAI Zaragoza jugará el próximo domingo contra el Valls su partido oficial número 100. La efeméride, que se cumple con el equipo en la Liga LEB embarcado en el mismo objetivo por el que nació, se produce dos años y casi cuatro meses después del primer encuentro de competición oficial (en la Copa Aragón, el 31 de agosto del 2002, contra el Monzón de EBA).

En ese tiempo, el CAI ha crecido por la extraordinaria respuesta de su afición, se ha forjado una personalidad más madura y se ha hecho reconocible y popular por la búsqueda de un único fin (el ascenso a la ACB) y por una masa social inusual en la categoría (el club tiene la quinta afición de Europa con una asistencia media de casi 9.000 personas). En estos 99 partidos, el CAI se ha hecho grande, ha sabido darle continuidad a un proyecto ambicioso a pesar de no haber obtenido el resultado deportivo para el que se creó y ha preparado, este año, una plantilla cualificada para asumir el mismo reto en el que no triunfaron sus dos predecesoras.

HISTORIA DE VAIVENES En dos temporadas y 15 jornadas, el CAI ha tenido tiempo para todo, para rozar la tragedia con el playout contra el Huelva en la campaña 2002-2003, para tocar un título (la brillante Copa Príncipe de febrero pasado) y para rozar la gloria en el quinto encuentro de las semifinales ante el Granada. En ese tiempo, el CAI se ha perfeccionado, ha acertado en decisiones importantes (la normalización del club, la creación de una imagen amable y muy positiva socialmente, una buena gestión económica, el acertado fichaje de Lescano...), pero también ha dejado tras de sí errores provocados por la inexperiencia.

Aunque es una práctica habitual en el baloncesto, el fallo más visible ha sido la imposibilidad de construir los dos últimos proyectos con jugadores de las plantillas inmediatamente anteriores (por lo tanto, sin base) por la poca calidad de muchos de los integrantes de aquellos conjuntos y por el crecimiento de la Liga. Sin embargo, y aunque parezca paradójico, el club ha sido capaz de fichar mejores jugadores cada año.

LOS INICIOS La convulsión de la primera campaña, que se llevó por delante a Oliete, a Zeravika, que creó un clima de alta tensión interna, y que derivó por culpa del desconocimiento de la LEB en un final espantoso que salvaron Petruska, Washington y Ciorciari, dejó paso a una mayor estabilidad y a una línea más coherente de actuación. Bajo la batuta de Alfred Julbe, que sacó un rendimiento sobresaliente a una plantilla que él ayudó a construir y que contaba con menor nivel del que hubiera debido tener, el CAI enamoró con su juego, hizo disfrutar al público y se quedó a un solo partido de la ACB.

A pesar de la decepción de Granada, la afición ha vuelto este año a respaldar el proyecto, que aglutinó desde el primer momento a las instituciones, a la CAI y que ha sabido explotar al máximo los ingresos atípicos. A un partido del que será el número 100, el CAI goza de una buena salud y su caminar ya no es un vaivén continuo. Una buena prueba de ello es la respuesta que eligió el club ante la crisis deportiva y social (con pitadas del pabellón Príncipe Felipe incluidas) en el arranque de la Liga 2004-2005: optó por la paciencia, por la pausa, por la calma, por el respaldo a Oscar Quintana (el quinto entrenador) cuando en otras épocas había aplicado medicinas opuestas.

EL FUTURO Hoy paciente en sus reacciones, más sereno, menos nervioso, el club necesita el ascenso al final de esta temporada para evitar que la afición, que ha dado un ejemplo de fidelidad impecable, caiga en el desasosiego y el descreimiento. A la velocidad a la que vive, en el nivel de exigencia en el que habita, el pasado queda ya muy lejano y sólo debe servir para recordarlo y mejorarlo.

El CAI Zaragoza es un club de futuro, que ha estado obligado a sufrir un aprendizaje intensivo desde el primer día por su impresionante dimensión, y que está pensado exclusivamente para jugar en la ACB. Hacia allí camina y allí debe estar el próximo año. Después de tres temporadas, ya no sirve otra cosa. Es el momento.