El 1 de febrero de 1980 se creó un germen de grandeza. El Club Baloncesto Zaragoza comenzó a andar hace 40 años, que se dice pronto, y el resto, con sus pormenores, es historia viva. Ahora transita alejado de los focos de la élite, ya lleva muchos años así, pero continúa siendo una referencia en el baloncesto de cantera, porque el amor por la canasta no se pierde a pesar de no disfrutar de tardes y noches de pasión contra los más grandes.

Siempre se ha dicho en el mundo del basket que Zaragoza es una ciudad de baloncesto, que debe estar siempre en primera línea de fuego por su afición ejemplar. La historia de amor entre la ciudad del cierzo y la canasta viene de lejos, pero brotó de la mano del Centro Natación Helios, con el ascenso a la máxima categoría. Entonces, el Helios no podía sufragar los gastos de la sección y ahí surgió el actual CBZ. El resto es una historia que perdura en el tiempo. Dos Copas del Rey, una final de la Recopa de ingrato recuerdo contra el PAOK en Ginebra, dos finales más de Copa en las que se acabó cayendo ante el Estudiantes y el Taugrés Vitoria, estabilización entre los mejores equipos de España, un sinfín de partidos que quedarán por siempre en el recuerdo y un legado de valor incalculable.

En sus inicios, cuenta José Luis Rubio, presidente del club en aquel 1 de febrero y hoy en día, cuenta que «éramos 21 directivos y fuimos unos adelantados porque teníamos secretaría, tesorería, relaciones públicas, gerencia, responsable de publicidad… Una serie de apartados que en aquella época eran extraños».

De las Copas al PAOK

Poco a poco la entidad fue creciendo y adquiriendo un papel protagonista en la recién creada ACB, de la que fue socio fundador, y se generó una masa social sedienta de baloncesto. En el primer pabellón, el de la Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja (CAZAR), «había 200 localidades y metíamos 1.000 personas», rememora. Después el Huevo fue el hogar del CBZ y, finalmente, el Príncipe Felipe, porque el Palacio de los Deportes «se nos quedó también pequeño». «Al final el alcalde Triviño apostó por nosotros y por hacer un gran pabellón, el Príncipe Felipe, que también se quedó pequeño tras inaugurarlo», cuenta Rubio.

Pero en 1983 llegó el momento, quizá, más bonito. «Ahí empezó una historia brillante», asegura el presidente. El CAI Zaragoza se alzó con la primera edición de la Copa del Rey que se disputó con cuatro equipos en una misma sede: «Éramos la cenicienta, pero se creó un sentimiento de que se podía ganar a cualquiera. Eliminar al Joventut ya fue un éxito y la repera. Nadie creía en nosotros, pero fuimos capaces. Ganamos al Barcelona por pundonor, ilusión, competitividad, garra y orgullo. Supuso un bombazo para el baloncesto y no fue flor de un día, porque jugamos cuatro finales y ganamos dos», afirma Rubio.

Años más tarde, en 1991, tras el éxito de la segunda Copa del Rey de Las Palmas con el record de 44 puntos de Mark Davis, el equipo aragonés se presentó en la final de la Recopa contra el PAOK, de infausto recuerdo para los aragoneses. «El de ahora es otro PAOK, es una pena de equipo. Fue un robo y de todo menos baloncesto. A pesar de la derrota, ganamos en que no hubiera una desgracia», relata José Luis Rubio.

Aquel día no se venció, pero no cambió ni un ápice el sentimiento hacia el CBZ, que fue una de las claves del éxito en las 14 temporadas en la élite: «La afición se sentía partícipe de aquel proyecto. La gente estaba cerca y lo vivía. Si a eso le unimos el factor de la cantera y el producto aragonés como los Arcega, Angulo, Zapata y muchos más, se generaba un sentimiento de pertenencia y orgullo. Esa llama sigue en los momentos actuales. Fue considerado un equipo de los grandes sin ser un grande porque nos codeábamos con ellos», asegura.

Cuando finalizó la temporada 95-96, el equipo no pudo continuar en la ACB por problemas económicos y la ciudad se quedó sin baloncesto de élite. Desde entonces, el CBZ ha centrado sus esfuerzos en ser un referente a nivel nacional en el baloncesto de la cantera, el más puro, el más gratificante, la raíz del basket. «Decidimos continuar con el club porque era nuestra pasión. Continuamos trabajando con la cantera con el mismo sentimiento e ilusión», relata el presidente.

Cualquier tiempo pasado fue mejor en el caso del CBZ, pero a lo largo de estos 40 años no ha cambiado ni un ápice el amor por la canasta ni la transmisión de la pasión a través de miles de jugadores, de generación en generación. Feliz cumpleaños y que sean muchos más.