--¿Su último paso por el Zaragoza le dejó mucha pena?

--Mucha. Me había hecho carga del filial cuando Luis Costa se hizo cargo del primer equipo tras la destitución de Espárrago. Estuve siete años y de ahí pasé a la secretaría técnica, hasta que me llamó el Huesca para que fuera a coger el equipo. Lasaosa y Rodri querían que llevara jugadores que conociera y hacer un equipo para mantenerse, pero casi ascendemos. Al siguiente año seguí allí, con permiso del Zaragoza, hasta que me vinieron a buscar faltando 12 partidos.

--¿Llegó convencido?

--Sí. Pensaba que lo íbamos a sacar adelante. Ganamos el primer partido al Atlético y parecía que el equipo iba a salir, pero entre lesiones y egos no hubo manera. No me arrepiento nunca de haber vuelto. Con un poquito más de esfuerzo por parte de algunos se podía haber logrado. He sido zaragocista toda mi vida, con 30 años en la casa, y ese descenso de Mallorca es una espina que tengo clavada.

--¿No le gustó el comportamiento de algunos futbolistas?

--Hubo jugadores que podían haber hecho más. Yo intenté apretarles, pero había cosas alrededor del club... En fin, tampoco me quiero escudar. Lo único que digo es que faltando tres partidos estábamos cuatro puntos por encima del descenso y solo sumamos uno, contra el Madrid, antes de la debacle de Mallorca.

--¿Tanto perjudicaron los celos entre Milito y Oliveira?

--No me gusta hablar mucho de eso. Yo les apretaba y a todo me decían que sí, pero a la hora de estar en el campo no lo hacían.

--¿Es la mejor plantilla que ha podido dirigir?

--Sí. Cuando se hizo la plantilla, la gente estaba convencida de que se podía hablar hasta de luchar por la Liga. Pero ese equipo tenía muchos nombres pero pocos hombres.

--¿Cree que habría ocurrido lo mismo en caso de no bajar?

--Con ese descenso arranca toda la debacle del Zaragoza. Yo estaba convencido de que íbamos a ganar ese partido en Mallorca, pero el equipo no dio la medida. Al menos eso es lo que se puede contar. Fue un desastre.

--¿Qué opina de Agapito?

--Lo engañaron como a un chino al hacer la plantilla y luego se metió en otros charcos con la gente que rodeaba a los argentinos. En esos meses se vivieron cosas increíbles, de verdad. Y yo creo que el Zaragoza le ha costado mucho dinero. Lo malo es que luego aprendió lo que no hay que hacer.

--¿Qué relación tenía con él?

--Una relación magnífica, fluida. Según él, yo iba a estar 50 años en el Zaragoza. Pero un día me llamaron a comer con él y no acudió. Al llegar a casa me enseñó mi hija lo que había salido en la página web del club: "Villanova se desvincula del Zaragoza". Había estado comiendo con Bandrés, Prieto, Bello y Herrera y no tuvieron narices de decirme nada. Así pasaron siete meses. Hasta que me cansé porque empezaron a salir cosas en los medios y un día llamé a Checa. Quedé con Agapito, me pidió perdón 50.000 veces, llegamos a un acuerdo en dos minutos y me pagó lo que me debía.

--¿Qué sensación tiene ahora?

--Ahora por lo menos parece que está a salvo, aunque la destitución de Víctor, a un punto de la fase de ascenso, fue un poco precipitada. Vamos a ver si Popovic es capaz de lograr el equilibrio.

--¿Cuánto cree que le costará al Zaragoza volver a estar entre los grandes?

--Mucho. Una cosa es pensar en que puedes subir, pero después del ascenso hay que hacer un equipo nuevo. Y hay que tener en cuenta que tenemos pocos activos en la cantera.

--Hablando de la cantera. ¿Le gusta Whalley?

--Siendo tan joven, está por encima de lo que se podía esperar de él. Es un portero de gran envergadura, algo que me satisface, y si ha llegado a la sub-21 será por algo. Le falta experiencia, debe ordenar a los compañeros, mandar un poquito más... Pero de momento ha hecho más cosas bien que mal.