Evitar el abismo, el descenso a la Segunda B, ya se ha convertido en el único objetivo de un Real Zaragoza en caída libre y que ayer vio, entre la impotencia por la mala suerte, reflejada en tres remates a los palos, y su terrible inconsistencia, cómo el Nástic le remontaba de manera fácil el marcador y se llevaba los tres puntos de La Romareda. La derrota deja aún más expuesto si cabe a Raúl Agné, aunque ayer el club salió ratificar a un técnico al que no sostienen sus números (5 puntos en 8 partidos), ni las sensaciones de un bloque casi siempre mal dirigido y con el balón en largo a Ángel, ayer héroe al marcar y villano al fallar tres claras, como el único recurso.

El zaragocismo ya empieza a ver con verdadero terror un descenso a Segunda B de funestas consecuencias y mezcla hastío y enfado, como se pudo comprobar en el partido en los pitos al palco y al equipo. En esa tesitura, con un despido de Agné que es de libro y que no se acomete a la espera de que aterrice Lalo Arantegui como máximo responsable deportivo, el Zaragoza es ahora mismo un chollo para cualquier rival. Casi todos los enemigos parecen más trabajados, con más recursos, con más capacidad de gobernar los partidos... También el Nástic, hasta hace nada colista y ahora ya a solo tres puntos del cuadro zaragocista, que ve el descenso a cuatro. Sí, a cuatro.

Nada de firmeza tiene el Zaragoza, al que siempre marcan (13 jornadas seguidas) y que va a impulsos, a tirones, sin fútbol ni comportamiento como bloque. El Nástic se aturdió los primeros 20 minutos, pero cuando se asentó, controló la medular y le puso ritmo al partido, dejó el poso de un equipo mejor trabajado y que remontó fácil el madrugador gol de Ángel. Se podrá hablar de mala suerte, la misma, pero en buena, que el Zaragoza tuvo para empatar en Alcorcón, pero hablar de fortuna en estas circunstancias suena a excusa que nadie, absolutamente nadie, se cree.

El arranque de intensidad y buen trabajo en la presión le sirvió al Zaragoza para adelantarse sin casi romper a sudar. Lanzarote mandó un buen balón que Ángel controló y definió con maestría a los cuatro minutos. El canario, con el mismo asistente, envió el balón al palo después y el Zaragoza, donde Fran traía más profundidad en el carril derecho, parecía superior a su rival.

Parecía. Solo parecía. El Nástic capeó el temporal, con un centro peligroso de Fran y un disparo de Lanzarote que tapó Mossa como últimos retazos, para empezar a gobernar el choque en la medular, donde el despliegue de Madinda y el trabajo de Luismi se notaban, pero sobre todo el fútbol de Emaná. Saja rechazó su primer disparo, pero después dejó su clase en una jugada donde le ganó a Zapater el sitio y asistió para que Delgado, con Marcelo Silva persiguiendo sombras, marcara con un tiro ajustado al palo antes de la media hora.

Con nada, el Nástic había empatado y, amaparado en una zaga con tres centrales y poblando la medular, empezó a dejar constancia de que tenía más argumentos como bloque que su rival. Ni siquiera la lesión de Luismi hizo desaparecer esa impresión, porque al descanso La Romareda ya intuía problemas, confirmados de pleno en la reanudación.

El Nástic amenazó con dos llegadas de Delgado y tocaba cómodo en la zona donde se cocinan los goles, aunque Emaná ya daba síntomas de cansancio. ¿Y el Zaragoza? Muy poco o nada. Un control maravilloso de Ángel lo estropeó después en la definición y poco más. Cada vez el equipo tenía menos fútbol y más síntomas de verse superado por el rival.

SAMARAS, A ESCENA

Agné buscó más profundidad con Edu García por un Xumetra de nuevo paupérrimo y el Nástic, más trabajo en la presión arriba con Álex López. Trataba de dominar el Zaragoza, pero el que de verdad asustaba era su enemigo. Edu García pudo marcar, aunque se entretuvo y, de nuevo a balón parado, un rival ejecutó la flojera zaragocista. Molina peinó un córner, Saja ni salió y Suzuki cabeceó solo.

Agné tiró de Samaras, cuya salida apaciguó los ánimos de la grada, que miraba al palco, mientras Lanzarote no se creía que el elegido para irse fuera él. Tampoco muchos aficionados zaragocistas daban crédito. Ángel mandó al palo un mano a mano para subir su cuenta de ocasiones falladas en ese papel de ni contigo ni sin ti, porque con 12 goles poco se le puede discutir. El problema es que casi nadie más marca.

Tampoco Cabrera, que cabeceó al palo tras una falta lanzada por Fran, que se topó después otra vez con Reina. Mientras, Samaras exhibía precariedad física, aunque se le note la calidad, y Agné ni siquiera agotaba los cambios. El Zaragoza murió cerca del área rival, pero de nuevo con derrota y con la impresión de una caída libre descorazonadora.