Tres puntos de 24 y ocho partidos sin ganar en el momento decisivo del curso solo conducen a un sitio, al abismo. Y ahí, a los pies, está el Zaragoza. La llegada de Víctor Muñoz no trajo el reencuentro con la victoria, sí una ligera mejoría y algo más de intensidad, pero el técnico se estrenó con derrota y con la certeza absoluta, por si tenía alguna duda, que no la tenía dados sus discursos, que este tristísimo e indigno Zaragoza tiene que pelear por eludir el descenso a Segunda B, una tragedia de la que está a dos puntos --es decimocuarto con 39-- y que de consumarse tendría funestas consecuencias para el club además de perfeccionar hasta el último punto la obra de destrucción perpetrada por Agapito Iglesias desde mayo del 2006.

La derrota ante el Deportivo deja el ascenso directo a 14 puntos y la promoción, que cierra el Tenerife, séptimo, a 5. Así que sufridos zaragocistas, tengan a bien no mirar arriba, por mucho que el playoff no esté lejos cuando quedan 33 puntos. En verdad está a años luz si este equipo no sufre una metamorfosis, un giro de 180 grados. Y, aunque así fuera, parece que la llegada de Víctor fue tardía, que el relevo de banquillo, dar vida a un equipo muerto, debió llegar antes.

El tiempo dirá hasta dónde llega el trabajo del aragonés, pero este Zaragoza, el peor desde finales de los 40, camina ahora con paso firme hacia el desastre. En los últimos años hablar de abismo era mencionar la categoría de plata. Ahora, es un agujero negro, la Segunda B, que amenazaría su propia continuidad como club. Decir esto y acordarse de Agapito es lícito. No se reprima, sufrido zaragocista.

Al equipo, es verdad, se le vio algo más vivo ante el Deportivo, que ejecutó su plan y que se llevó tres puntos de La Romareda, un escenario del que se han escapado 28 en esta Liga, con seis derrotas por el camino. El siguiente visitante por el Municipal es, por cierto, el líder Eibar. Mejor no decir nada más. Después pasarán el Jaén, la UD Las Palmas, el Sabadell y cerrará el curso como local el Sporting.

Pero lo inminente es Vitoria, el Alavés, un duelo este domingo más que vital ante un rival en descenso, un enemigo directísimo, por mucho que duela leer esa frase. La consideración de candidato a bajar se la ha ganado a pulso el Zaragoza, con una gestión caótica, con mala dirección desde el banquillo, donde a Paco Herrera se le permitió seguir con un discurso agotado y que no calaba, y con unos jugadores que no están al nivel mínimo exigible. La calidad es más que justa, pero fueron tantas veces en este curso en que el equipo no tuvo corazón que el pecado de los futbolistas es terrible.

Sí puso corazón ayer el Zaragoza, pero no le bastó. Dijo Herrera hace unas semanas, antes de que le dieran la carta de despido, que no temía por el descenso, que este equipo iba a ganar 4 partidos seguro hasta el final. Pero sigue sin vencer y el peligro aumenta. Ni Víctor lo pudo lograr en su estreno.