"Sufrir lo menos posible". Estas palabras reflejan a la perfección el sentir general de los primeros zaragocistas que ayer por la mañana se acercaban a las oficinas del club para adquirir o renovar su abono. "Unos 400 o 500", según Aquilino Gallardo, uno de los cuatro empleados que atendían a los aficionados más impacientes, los que optaron por asegurarse un asiento en La Romareda nada más ponerse a la venta los abonos.

El número de seguidores que se dirigieron ayer a las oficinas del Real Zaragoza fue bastante similar al de temporadas anteriores. "La gente viene como el año pasado, con cierta euforia", comenta Aquilino. Al igual que sus compañeros consideraba que había habido "bastante jaleo", aunque explicaba que el verdadero movimiento llega en el mes de agosto a través de las agencias.

Algunos renovaban sus abonos, otros eran primerizos. Tal es el caso de Sergio y Arturo. Estos dos amigos, de 25 años, desafiaron el sol abrasador que caía sobre la capital aragonesa a mediodía para comprar su carnet. Arturo, protésico dental, espera que la próxima temporada "sea lo menos tediosa posible". Su amigo, administrativo de profesión, alberga las mismas esperanzas. "Divertirnos en las gradas, ya que es algo que siempre hemos visto por la tele".

Veteranos

Otros ya son veteranos, circunstancia que se traduce en algo más de resignación. "Esperamos sufrir como siempre", afirma José Juan. Ya son siete años los que lleva como socio este repartidor de 31 años. A pesar de los altibajos del club en las últimas temporadas, parece que la Copa del Rey conseguida frente al Madrid ha devuelto a los aficionados un poco de la ilusión perdida en anteriores campañas. De ahí que José Juan, mientras espera para renovar su abono, no tenga reparos a la hora de expresar sus deseos. "Algún título, alguna Copa y quedar bien en la UEFA", dice sin ocultar cierta sonrisa, especialmente al rememorar la victoria de Montjuïc.

Y para que luego digan que el fútbol crea rivalidades, e incluso tensiones familiares, ahí está el caso de Miguel y Arturo. Ambos, padre e hijo, tienen en común su afición por el Zaragoza. Miguel, a sus 22 años, es socio desde los 15. Pero en esta ocasión se acerca a los aledaños del estadio con su padre, quien curiosamente adquiere su carnet por primera vez. Como si de un propósito de fin de año se tratase, Miguel sólo tiene un deseo de cara al próximo año futbolístico: "Que sea un poco mejor que el pasado", una ilusión compartida, a buen seguro, por todos los zaragocistas.