Surcando los mares, los cercanos y los remotos, en busca de cofres con tesoros en los que al final no había más que unas cuantas viejas botellas de ron, el Real Zaragoza ha ido sembrando el mapa mundi del planeta fútbol de demandas perdidas en estos ocho años de terrible, terrible gestión. El modelo utilizado en muchos de esos casos, como luego la justicia ordinaria o la deportiva bien se han encargado de demostrar, ha sido el abordaje, el de los viejos bucaneros sin patria ni ley.

El caso de Diego Estrada es el último de una larguísima lista de desmanes en la que están, al azar y por causas diferentes, Matuzalem, Diego Milito o Romaric, y en la que en adelante estarán otros muchos. El Comité de Disputas de la FIFA ha resuelto condenar al Real Zaragoza a pagar 486.000 euros, más 20.000 de costas, por el impago de los derechos de formación del costarricense a su club de origen, un conflicto del que este diario les informó con mucha amplitud en su día, a pesar de tratarse de un simple futbolista pasajero del filial, por el mal color que ya en aquellos momentos apuntaba a coger el asunto. Al final ha sido así, como no podía ser de otra manera. Las cosas mal hechas, mal acaban. Los interminables abordajes del pirata Barbarroja.