Portugal decretó ayer tres días de luto por la muerte del mejor futbolista luso y uno de los mejores de la historia. El corazón de Eusebio da Silva Ferreira, la Pantera Negra, se había parado de madrugada a falta de 20 días para cumplir los 71. Su historia y la del Benfica cambiaron para siempre en diciembre de 1960 cuando, con solo 18 años, dejó su Mozambique natal para viajar de incógnito (con nombre de mujer) a Lisboa. El Sporting de Lisboa había pactado su traspaso con el Sporting Lourenço Marques, pero el Benfica había llegado a un acuerdo con la madre del jugador.

"Cuando tenía 15 años, la Juventus de Italia quería contratarme --relataba el propio Eusebio-- porque uno de sus ojeadores, que había sido un famoso portero italiano, me vio y les dijo que había un chico con un potencial que sería bueno aprovechar mientras todavía era desconocido. La Juventus hizo una propuesta pero mi madre no quería ni oír hablar de la idea". Béla Guttmann, el legendario entrenador del Benfica, logró convencer a la madre de la futura estrella de que su futuro era rojo.

Con nombre de mujer

Las complicaciones con su rocambolesco fichaje (el Benfica llegó a esconderle en un complejo hotelero en el Algarve para evitar que se marchara al eterno rival) dilataron durante cinco meses la firma del contrato e impidieron que pudiera disputar la final de la Copa de Europa de Berna en 1961, la famosa final de los palos cuadrados de infausto recuerdo para los seguidores azulgranas.

Finalmente, debutó el 23 de mayo con un triplete que repetiría el 15 de junio en París, contra el Santos de Pelé. Pese a entrar en el minuto 70, con 5-0 en contra, le dio tiempo de firmar su segundo triplete. Desde entonces no paró de celebrar goles. Con la espina clavada de no haber podido disputar la final de Berna, levantó la Orejona al año siguiente. Un chaval de 20 años, arropado por el talento de su compatriota Coluna, Simoes, Torres o Aguas, consiguió arrodillar al Madrid de Di Stéfano y Puskas, invicto en las anteriores cinco finales, en una final para el recuerdo (5-3). Más allá de los dos tantos que logró aquella tarde, la exhibición de velocidad de la Pantera Negra (corría los 100 metros en 11 segundos) y potencia de disparo que brindó asombró a medio mundo.

"Mi política es el balón", decía el Balón de Oro en 1965 cuando le preguntaban sobre la dictadura de Salazar, que frenó los intentos de clubs de media Europa por hacerse con un goleador insaciable, Bota de Oro en 1968 y 1973, Pichichi de la Liga portuguesa en siete temporadas y que logró 473 goles en 440 partidos oficiales con el Benfica.

Gloria mundial

El Mundial de Inglaterra de 1966 le encumbró para siempre al Olimpo de los más grandes. En una selección memorable, que terminó tercera, después de caer 2-1 con los anfitriones en semifinales, Eusebio fue el mejor jugador y máximo goleador del torneo, con nueve tantos. Su talento llevó al Benfica a tres finales de la Copa de Europa, pero cayó ante Milan (1963), Inter (1965) y Manchester United (1968). En la última tuvo la oportunidad de evitar la prórroga pero el portero Alex Stepney, que ya le había amargado en la semifinal mundialista, le ganó en un mano a mano en Wembley. Eusebio, en una muestra de su deportividad, le felicitó por la parada. Su juego eléctrico se fue apagando por el paso de los años y las seis operaciones en la rodilla izquierda (y una en la derecha) a las que se sometió. Tras dejar el Benfica en 1975, alargó su trayectoria hasta los 36, jugando en siete equipos en tres años. "El fútbol ha perdido una leyenda pero nadie le podrá quitar a Eusebio su sitio entre los grandes", comentó Joseph Blatter, presidente de la FIFA. El fútbol portugués se rindió a su maestro. "Eusebio es inmortal. Si hoy en día si tuviera 20 o 30 años sería algo increíble", sentenciaba el técnico del Chelsea, Jose Mourinho. "El Rey. Gran pérdida para todos nosotros. El más grande", remató Luis Figo.