El partido del Real Zaragoza ante el Lugo fue catastrófico en todas las facetas y, sobre todo, preocupante. El bofetón con el resultado es considerable, pero la alarma que más pita es la del juego y la de la incapacidad para responder a un planteamiento rival que fue áspero e incómodo. No hubo capacidad de respuesta, al menos desde el césped, y no se ha mostrado hasta ahora un plan B que sea capaz de desatascar. Un problema crónico y añejo.

La primera parte fue «horrorosa, terrible y peor no se puede jugar», dijo Idiakez. Normal. Y no ayudaron ni el centro del campo ni el planteamiento inicial. El técnico asumió su parte de responsabilidad, pero ojo, no se olvide, los jugadores luego lo ejecutan. Precisamente de eso se quejó el donostiarra en la sala de prensa, de que su equipo no estaba leyendo el partido.

Tampoco vio (desde el once inicial) el técnico el enorme agujero, el gran cráter del centro del campo, ni la interpretación de lo que estaba sucediendo hasta el descanso, cuando Idiakez se ventiló a Buff ya con el marcador apretando.

El Lugo tuvo claro desde el primer minuto su juego. Quiso ahogar y maniatar al Real Zaragoza, dejarle a su merced y que cayera por su propio peso por imprecisiones con atino y bajo la permisividad blanquilla. Impidió las líneas de pase y que llegase el esférico a las puntas del tridente ofensivo. Por supuesto, la no renuncia al ataque implica que los laterales suban y doblen. Era cuestión de robar, apretar y encontrarse con una que fuera para dentro. De eso ya se encargó Pita tras una (¡sorpresa!) pérdida. Y no era la primera.

Este Real Zaragoza vive más cómodo en la locura, que no en la improvisación. Y ayer improvisó. El Lugo le ofreció gentilmente y sin oposición el mando del partido. Javi Ros volvió a hacer de ancla por delante de la defensa, pero acompañado por Zapater y Buff. El capitán estuvo impreciso con el balón y perdió varios balones, lo mismo que los centrales. En defensa se mostró voluntarioso y aportó siempre que llegó, que no fue siempre.

El Real Zaragoza se asfixió. Necesitaba movimiento para descolocar al Lugo. Pero para eso hay que ofrecerse y tener ambición, esa de la que tanto se presumía. Y Buff volvió a ser intrascendente. Abusó del pase atrás de seguridad sin ofrecer ni buscar ninguna solución. Tampoco los de arriba ayudaron a aclarar el juego. Demasiado estáticos.

Aparte, el físico del suizo es limitado, demasiado para una posición tan sacrificada como la de interior, lo que impidió que ayudase a un Javi Ros que se vio superado por el Lugo cuando salía en modo Séptimo de Caballería, tanto que no acabó expulsado por la compasión del colegiado. Dongou, Iriome y Cristian Herrera encontraron una autopista.

En el descanso ajustó Idiakez, que se había dado cuenta del problema, pero debía lidiar con otro: el marcador. Decidió agitar con Papu en una posición indefinida que todavía dejó más desnudos a Zapater y Ros. Luego llegaron Soro y Aguirre en un desesperado intento por atacar. Entraron las prisas y los nervios. El Zaragoza tuvo el balón, pero no el control. El resto fue otra concatenación de errores en una tarde torcida desde el principio,y que invita a reflexionar.