Cuando entró por primera vez en el equipo, Diego Rico lo hizo como un ciclón. La culminación de aquella estupenda aparición fue el magnífico gol que le marcó al Córdoba. En medio de una atmósfera viciada fue recibido como un soplido de aire fresco y mirado como el clásico futbolista joven en el que creer, precisamente por su edad y también por sus condiciones potenciales. De unos partidos a esta parte, en su segunda puesta en escena tras unas jornadas perdido en el anonimato, el nivel de Rico ha decaído. Su banda, ese lateral izquierdo, está siendo en las últimas jornadas, y ya va el tiempo suficiente para que sea una tendencia, un agujero sin fondo por donde los contrarios se cuelan con impunidad, se llamen Adama o se llamen simplemente Collantes.

El Real Zaragoza está sufriendo por todos lados, y salvo Leo Franco es difícil encontrar otro jugador al que mantener indemne. En ese contexto, el área del campo que tiene que defender Rico es una fiesta non stop para cada rival. Su caso nada tiene que ver con el de otros veteranos, como Luis García o Barkero, a los que hay que pedir en máximos y a cada día. El burgalés sigue teniendo 20 años --21 en nada-- y todavía es momento para ser comprensivo con él. Solo así, con paciencia y dándole minutos, buenos, malos y regulares, se hará como jugador y esto que hoy es un gasto se convertirá en inversión. Es casi una obligación en los tránsitos por Segunda. Rico lo está haciendo mal ahora. Pero merece una venia.