Tampoco íbamos a esperar que hiciera tabla rasa con el pasado y se diera media vuelta completa y definitiva como un señor, como por ejemplo hizo Alfonso Soláns en su día cuando se retiró. Ya nunca más se supo, salvo cuando un tiempo después, y harto de tanta informalidad, reclamó al empresario soriano un dinero impagado correspondiente al trato del 2006. De aquellos lodos... La salida de Agapito del Real Zaragoza está siendo bien distinta, fiel a un modus operandi antagónico al del dueño de Pikolín.

Fue el propio Iglesias quien ideó la operación de venta al grupo de empresarios aragoneses, quien la alentó y quien la pilotó hasta su culminación en un contrato tremendamente ventajoso para sus intereses económicos; un lastre gigantesco para quienes accedieron a firmarlo en un acto difícil de comprender desde el sentido común y, por supuesto, muy dañino para el Real Zaragoza a corto, medio y largo plazo por la extraordinaria carga que supone.

La figura de Agapito no ha desaparecido tras el traspaso. Habla a menudo con varios de los empresarios, que le escuchan con atención. A su mano regresó el 14% de las acciones que no confirmaron ni Otal ni Martínez tras la presentación en sociedad y en su mano está también la posibilidad de recuperar la SAD por incumplimiento de contrato: nadie ha puesto los 8 millones que había que poner antes del 30 de junio. No tiene intención de ejecutar esa cláusula porque hacerlo sería añadir una preocupación más a su larga colección de problemas. Pero nada se puede hacer contra su voluntad ni, parece, sin su voluntad. No, no. Aún no se ha ido.