Escuchaba el griterío de los espectadores castellonenses. Un único chillido en los apenas tres kilómetros, duros como un día sin pan, que conducían desde la playa de Alcocéber a lo alto de la ermita de Santa Lucia, como si de una peregrinación ciclista se tratara. «¡Contador, Contador!». Y él, como no Alberto Contador, se sentía como si estuviera dando vueltas alrededor del portal de su casa.

Sigue vivo en la Vuelta, en la ronda española de su adiós, en la que no quería recibir solo el homenaje del corredor anciano al que las piernas no le funcionan, como cuando Federico Martín Bahamontes decidió bajarse de la bici en el Aubisque de sus éxitos. Él pretendía escuchar el estruendo de la gente, su nombre saliendo de cientos de gargantas y, sobre todo, notar a su lado el aliento de Chris Froome, sentir la respiración acelerada del jersey rojo de la Vuelta, del ganador del Tour que no quiere regalar la prenda de líder, la que tomó en Andorra y desea conservar hasta Madrid. Y esto que la ronda española no ha hecho otra cosa que comenzar, pero Froome ya la está manejando a su antojo desde la contrarreloj de Nimes.

Como cuando se escuchan lejanos los tambores de guerra, todo el mundo sabía que en esta quinta etapa habría una fuga consentida, un lugar para entrar aquellos que necesitan reivindicarse, restablecerse de las heridas de los primeros cuatro días o, simplemente, transformarse en el estudiante que acude a la universidad de la Vuelta, a la facultad de la fuga y a la clase de aprender a moverse en ella, tal como hizo Marc Soler. Él es la perla del Movistar, el ciclista que a los 23 años ha debutado en la ronda española porque su equipo necesitaba al menos ilusión para sobreponerse a la tristeza del líder caído, de la ausencia de Alejandro Valverde que ya rueda en bici por las carreteras de Murcia tras el accidente en el primer día del Tour.

Soler guardó fuerzas para el final con una magnífica escalada a la ermita de Santa Lucia, pero se le escapó un kazajo llamado Alexey Lutsenko, el vencedor de la etapa. Tercero en la meta ya se ha dejado ver en la Vuelta de su presentación. Fue un día para recuperar sensaciones, para que Contador volviera a sentirse grande, en la posición de carrera que no quiere perder en los pocos días de oficio ciclista que le quedan. «Esta es mi realidad. No tengo razones para estar eufórico porque era una subida muy corta. Pero he escalado abrumado por el cariño de la gente y me he recuperado de lo del lunes, que fue un palo, porque ese no era mi nivel», defendió el ciclista madrileño.

«Contador lo pasó muy mal en Andorra y aquí ha estado fuerte. Es un ciclista que nunca da el brazo a torcer, que siempre demuestra su tenacidad y que luchará hasta el final en esta Vuelta», le piropeó Froome, un tipo tremendamente educado. Contador volvió a recuperar la moral perdida en ocasiones anteriores. Todos en el equipo Trek sabían que se indigestó, algo que alteró su estómago y sus tripas y por eso se vino abajo en Andorra.