No hubo récord de afluencia. De hecho, la jornada del domingo atrajo a casi 63.000 personas, una cifra lejana a las 70.514 del año pasado, cuando Motorland registró la mayor entrada de su historia en día de carreras. Ya lo veía venir la organización del evento, a pesar de que el ritmo de venta llegó a ser incluso superior al del año pasado. Pero esta vez, el arreón final fue menor. Tal vez por el excesivo calor que azotó Alcañiz durante todo el fin de semana. O porque Rossi, que mueve masas, se encuentra en plena depresión, centrado ya solo en la cuenta atrás para el final de la temporada. El caso es que, ayer, la presencia en las gradas fue menor. Pero solo ayer. Porque la mejor noticia se produjo el sábado, cuando 35.000 aficionados acudieron a presenciar los entrenamientos oficiales. Casi nada. La cifra, la mayor de los últimos años, pregona que crece el número de personas que acude a Alcañiz a pasar el fin de semana completo, con los consiguientes beneficios tanto para el circuito como para la zona. En total, 114.057 seguidores pasaron por Motorland durante el fin de semana, más que el año pasado, cuando la lluvia hizo acto de presencia el viernes, y no demasiado lejos de los casi 117.000 del 2010 y 2016, años en los que continúa establecida la mejor plusmarca.

Así que Alcañiz volvió a ganar. Como volvió a hacerlo Marc Márquez, un piloto al que había que hacerle un monumento. Y, claro, se lo hizo Motorland, su circuito fetiche y donde nadie ha ganado más veces que él. Con la de ayer, son ya cuatro victorias en seis visitas al Bajo Aragón. Tiene el título en el bolsillo. Lo conquistará porque es el mejor. Y crecerá más hasta convertirse, quizá, en el más grande entre los grandes. Monumental.

Por eso resulta tan atractivo que el mejor piloto de esta era se deshaga una y otra vez en elogios hacia este circuito, hacia las instalaciones y hacia Aragón. Por todo, el ilerdense es una bendición para todos. También para Alcañiz, donde cada año crecen los acérrimos de Marc. «Creo que nunca he visto a nadie como él», opinaba Javier, casi con lágrimas en los ojos y sudando la gota gorda. A escasos metros, Diana, zaragozana apasionada de las dos ruedas y de Pedrosa, permanecía mirando al vacío. La carrera había terminado hace rato, pero, para ella, había acabado algo más. Todo. «Dani ya no volverá a correr en Motorland», sollozaba. Y es que el catalán se retirará al final de la temporada. No lo hará Álex Rins, el piloto más aragonés del pit lane. Su numerosa parroquia, muchos llegados desde Valdealgorfa, el pueblo de su familia, llegó a soñar con algo más que el cuarto puesto final. Pero el barcelonés se quedó a las puertas del podio. Habrá más ocasiones.

Cierra Motorland con la satisfacción del deber cumplido. Instalado desde el comienzo entre los mejores circuitos del campeonato en opinión de los propios profesionales, el Gran Premio de Aragón volvió a dejar patente que es un ejemplo en muchas cosas, sobre todo, en organización. Casi 7.000 personas se dieron cita en las instalaciones. Cerca de la mitad son fijos en todos los circuitos. Entre ellos se incluyen periodistas (450), y otras 3.000 entre personal de Dorna (organizadora del Mundial), pilotos, equipos y miembros de la organización del campeonato. A ellos se añaden otras 1.200 personas que pone el propio circuito (oficiales, personal encargado de los accesos, de gradas, de los párkings, seguridad, zonas de público, comercios, servicios sanitarios o limpieza). 600 efectivos de la Guardia Civil y 1.600 trabajadores del sector servicios completan un contingente descomunal con el consiguiente beneficio para la zona.

Envuelto durante tres días en olor a gasolina y goma quemada, el Bajo Aragón y la comunidad lo han vuelto a hacer. Motorland ha llevado esta tierra a millones de personas y la han puesto en un mapa en el que Alcañiz cada vez es más grande. Una gran victoria.