De qué ha valido el cambio, qué profundidad tiene, cuál es su dimensión, si es flor de victoria de un día o un camino floreciente lo veremos en las próximas jornadas. Sobre su alcance dictarán sentencia el propio rendimiento del Real Zaragoza y los rivales, que a buen seguro ninguno será del nivel tan bajo del Nástic de Tarragona. A corto plazo, la revolución de nombres y de sistema de Lucas Alcaraz dio resultado: olvidó el rombo de la discordia y apostó por tres centrales con Verdasca, Perone y la novedad de Nieto, con Lasure y Delmás jugando muy abiertos y adelantados.

El equipo tuvo el control del juego, pero no creó peligro ni ocasiones: marcó en un tanto en propia meta en un córner, en una falta brillantemente ejecutada por Pep Biel, que reclamó protagonismo como en pretemporada (cuando no fue tenido en cuenta), y con un regalo local que Álvaro aceptó gustoso. El equipo repitió errores individuales: en el 1-0 con un despiste de Verdasca en un saque de esquina. Pero ganó. Y eso es lo único que había que hacer.

El resultado dice que Alcaraz acertó. El entrenador no se enrocó y fue muy valiente. Cambió lo que no funcionaba y, aun así, parecía incambiable. No fue dogmático ni integrista. Prescindió de jugadores con peso y sumó tres puntos. Para progresar en la Liga, el Zaragoza tendrá que jugar mucho mejor. Ayer todo eso daba igual. Solo había que ganar.