Alemania, el mito de equipo competitivo, implacable, el nombre ganador por excelencia, destruido. Incapaz de vencer un partido, sin saber conservar un 1-0 contra Holanda, sin saber marcarle un gol a la debutante Letonia, y perdiendo con los suplentes de la República Checa (1-2). El petardazo de la competición, sin ninguna duda, lo protagonizó anoche una antigua tricampeona europea y del mundo, vigente subcampeona mundial, al despedirse de manera humillante y vergonzosa, y cediendo su puesto a sus malqueridos hermanos holandeses.

Se sabía que la República Checa tenía un gran equipo; lo noticioso fue descubrir que cuenta con una excelente plantilla. Se sabía que Alemania estaba mal; lo noticioso fue que era la viva representación de la decrepitud. La conjunción de ambos factores propiciaron la derrota germana, que no mostró una sola idea para superar a un once checo que sólo presentó dos titulares de la alineación que batió a Holanda. Uno de los que apareció luego, Milan Baros, ajustició a Alemania y reportó a su selección el honor de ser la única que ha entrado en los cuartos de final con el pleno: nueve puntos de nueve posibles.

NUEVE RESERVAS CHECOS El partido, en realidad, no fue nada del otro mundo. Pasará a la historia negra de Alemania, sin embargo, y pone en aprietos a Rudi Völler, que hará bien hoy en no leer las páginas del periódico Bild porque le masacrarán. Se llevó la peor parte en la competencia que mantuvo con su colega Brückner al manipular el equipo. El checo sólo mantuvo en la alineación al defensa Jiranek y al mediocentro y capitán Galasek. En el descanso sustituyó a éste por Hübschman, el único jugador de campo que faltaba por estrenarse. Por cambiar, cambió hasta el portero.

Völler manipuló peor a su equipo. Asumiendo que no tiene más cera que la que arde, metió al joven de 19 años de nombre impronunciable (Schweinsteiger) por Baumann, y retocó el dibujo, transformando el 4-4-2 en un 3-4-2-1 que sus hombres aún hoy no han asimilado. Moviéndose como patos mareados, sin encontrarse en el campo, parecieron mucho peores de lo que son.

Entre la mediocridad destacaron los tres goles. Ballack conectó un zurdazo desde el borde del área tras una dejada de Schweinsteiger. Heinz, también con la izquierda, clavó una falta directa en la escuadra de Kahn nueve minutos después. Y hacia el final, Baros se mofó de toda la defensa alemana. El resto, mejor olvidarlo. Sobre todo para Alemania, que fue directa a la hoguera.

Ballack fue el único alemán que jugó con decencia. Aunque tenía funciones meramente atacantes, vio la pobre o nula aportación de sus compañeros y decidió ampliar su radio de acción e intervenir en más facetas, descendiendo hasta la línea divisoria. De haber ganado, Ballack habría sido el hombre del partido. Sin embargo, el galardón se lo arrebató Heinz, en dura competencia con el interior Plasil. Dos teóricos suplentes checos...