Preocupa que sea el peaje que hay que pagar por ser los malos de la Liga, por tener a Agapito enfrentado con medio mundo, por contar con el investigado Jorge Mendes como gran asesor, por haber popularizado los fondos de inversión, por haber retado a la FIFA, por estar pendientes de una sanción de puntos, por ser los morosos más famosos de la competición, por haberse acogido a la Ley Concursal, por fichar a Roberto por 8,5 millones de euros cuando no se paga a los demás, por amenazar con no dejar entrar a la plataforma televisiva, por ponerse en contra de los grandes en el reparto de la pasta, por seguir en Primera pese a que se pida reiteradamente el descenso en los despachos, por ser, al cabo, los más antipáticos de la Liga. Preocupa, claro, que sean los árbitros los que se cobren las fechorías que se han hecho en el club. Ya se sabe que ellos, todopoderosos, pueden condenar al que les dé la gana sin despeinarse. Y ni siquiera les hace falta disimular mucho. Al resto, además, les parece bien.

Es lo que le toca al Zaragoza, la alerta negra. En los tres últimos encuentros le han sisado sin piedad. Una vez puede ser un error, dos una casualidad. Cuando en tres encuentros consecutivos hay un hurto flagrante, hay que ponerse en guardia. De momento, Aguirre no quiso pronunciarse ayer sobre el colegiado madrileño. Y no está mal, queda mucha Liga y seguramente no es momento de atizar al negro colectivo. Pero el club debería deslizar su preocupación, al menos en privado. Para que no se convierta en costumbre, más que nada.

El Zaragoza suma seis puntos, pero podría llevar once ateniéndose a los atípicos cálculos de cómputo tras errores arbitrales. Le levantaron un gol, y un punto, a Postiga en el Villamarín por un fuera de juego que solo uno vio y otro ejecutó. Algo parecido ocurrió la pasada semana ante el Málaga, cuando al portugués le anularon un tanto en una posición ajustada que habría supuesto el triunfo final. Aún fue peor lo de ayer, rozando el escándalo, el ultraje. Del Cerro Grande no hizo aspavientos ni saldrá en las grandes cadenas nacionales por el saqueo, pero minó al Zaragoza desde el primer minuto con faltas y tarjetas. Siempre fue benevolente con el Villarreal e inclemente con el equipo aragonés, al que fue barrenando en todas las zonas del campo. Faltita a faltita, tarjeta a tarjeta. Siempre pitando en la misma dirección.

Y cuando al Villarreal no le bastó con eso, le puso el balón directamente en el punto de penalti. Sin más, porque le dio la gana, aprovechándose de que en todos los saques de esquina hay forcejeos, agarrones, empujones... "Muy, muy claro", les explicaba después a los jugadores del Zaragoza. Si tan claro lo hubiera tenido, no cabe duda de que habría amonestado a Lanzaro, que se habría tenido que marchar al vestuario ya en la primera mitad por esa acción con Mario. Al italiano ya le había castigado antes por una entrada normalita en el centro del campo. En la segunda parte, sin sonrojo alguno, mantuvo su línea de pitar casi todo a favor de los de amarillo. ¿Quién se lo va reprochar si el Zaragoza se ha convertido en el equipo más despreciado de la Liga? Pues eso.