Cuentan que cuando los dos Àlex, Márquez y Rins, acudieron, en pleno invierno, a la fábrica Honda en Japón para conocer cómo evolucionaba la Moto3 con la que, finalmente, uno de ellos, el 'hermanísimo', se convertiría en flamante campeón del mundo de la pequeña cilindrada, mantuvieron una comida con los altos dirigentes del departamento de competición de la firma alada (HRC) en la que el ingeniero japonés Shuhei Nakamoto, vicepresidente de ese departamento, les prometió que "el que quede campeón de los dos tendrá un regalo especial: al día siguiente de acababo el gran premio, probará la Honda RC213V de Marc".

"Aquel día", relató ayer Àlex, "pensé 'Àlex tienes que espabilarte y correr para ganar, este premio vale mucho'. Y, mira, al final lo he conseguido".

CON SUS PADRES

Superado el mediodía, después de la fiesta de proclamación de campeones que se vivió anoche en Valencia, Marc Márquez recibió a su hermano en el boxe de Repsol-Honda y, a lo largo de una hora, de tres a cuatro de la tarde, no paró de contarle los trucos y mecanismos de su Honda y, sobre todo, de pedir prudencia en su primer contacto con una máquina que supera los 260 caballos de potencia.

Àlex prestó mucha atención a las explicaciones de su hermano y, en presencia de sus padres, Julià y Roser, que pisaba el boxe de su hijo por vez primera, salió a rodar en compañía deMarc.