«Mira, Egan, puedes seguir en la universidad y seguramente llegarás a ser un buen periodista de deportes. Pero si dejas los estudios y te dedicas a la bici, serás un ciclista sobresaliente». Bernal fruncía el ceño. «No he logrado una victoria durante estos últimos meses. Todos me ganan con la bici de carretera y la de montaña, por muy bueno que sea, no da dinero para vivir». Pablo Mazuera, mecenas del ganador de la ronda francesa, trataba hace tres años de levantarle la moral a Egan. «Hijo -le decía el padre-. La bici es un sufrimiento y mira mi experiencia, tuve que rendirme al no encontrar patrocinios. Germán Bernal, tan entusiasmado por el ciclismo como desilusionado con el profesionalismo que nunca alcanzó, no quería motivar al hijo, no deseaba que se desengañase.

Mazuera, a los 38 años, es ahora una persona feliz. Es el mismo que en Val Thorens observa desde lejos a Bernal. Está con los periodistas del Tour pero no sentado a su lado, como futura promesa de la pluma o el micrófono. Él es el protagonista, el que da la conferencia de prensa y el que le dedica la victoria a su mecenas, el mismo que cuando Bernal apenas tenía 17 años se lo llevó a Lillehammer, en Noruega, a los campeonatos del mundo de bicicleta de montaña. «Su familia era muy modesta y yo, afortunadamente, tenía medios para cubrirle el viaje. Así que nos fuimos a Noruega. Se apuntó en el Mundial júnior y ganó sin experiencia la medalla de plata».

Bernal disfrutaba con la bici de montaña. Mazuera tenía una fundación y un objetivo: convertir en ciclistas a chavales de Bogotá y zonas adyacentes de familias sin recursos. Allí llegó Bernal, el más pequeño de la clase, y el que enseguida captó toda la atención de Xiomy, una chica tres o cuatro años mayor que él y que ahora ya se ha retirado como corredora de montaña. Hoy, Xiomy es la novia de Egan, la que se abraza y besa con él detrás del podio del Tour y la que convive con Bernal en un apartamento de Arinsal (Andorra).

Año 2016, Mazuera ha convencido a Bernal para que aparque los estudios de periodismo tras aprobar el primer curso. El año que pasó estudiando primero de Periodismo fue un desastre ciclísticamente. «Solo cogía la bici para ir y regresar de la universidad a su casa, 30 kilómetros». Volvió a entrenar fuerte y con energía. De nuevo, Pablo se llevó a Bernal a la sede de la Unión Ciclista Internacional, en Suiza. «Tenía contactos y le hicieron un test. Quedaron impresionados. Nadie a su edad, antes de cumplir los 20 años, había logrado sus valores», recuerda.

La prueba llegó a oídos de Gianni Savio, conocedor del ciclismo italiano modesto y mánager del Androni. «Duró poco con Gianni. Pero consiguió dar el salto de juvenil a profesional sin pasar por conjuntos aficionados». Duró lo suficiente para que a la primera carrera el todopoderoso Sky (hoy Ineos) se fijase en él. Se perdió un periodista deportivo pero se ganó la posibilidad de escribir de un gran ciclista.