La victoria, para Michael Schumacher; los elogios, para Fernando Alonso. El dominio, el poder, la contundencia, la solvencia, para Schumi ; el arrojo, la valentía, la habilidad, la decisión, para el matador . El aplauso, las reverencias, la pleitesía, para el ídolo alemán; el griterío, el reconocimiento, un "¡bravo!" altísimo, para el joven de Asturias. Así fue el gran premio del desierto, así discurrió la inauguración del faraónico trazado, así es la nueva vida del Mundial de F-1: Schumacher no perdona, lo gana todo, de principio a fin, con un poder insultante, mientras Alonso ofrece el mayor espectáculo del mundo, partiendo el último y acabando el sexto, en los puntos, como en las dos carreras precedentes.

CITA REAL Los reyes y príncipes que se dieron cita ayer en Bahrain, desde el rey Hamad hasta Juan Carlos I, pasando por el príncipe Eduardo de Inglaterra, Alberto de Mónaco y el rey Abdalá II de Jordania, se lo pasaron en grande con Alonso, tal y como reconoció el Rey de España. Porque sólo el asturiano ofreció algo distinto al paseo cotidiano de los dos Ferrari, que volvieron a demostrar que va a ser imposible arrebatarles la renovación del título. Schumi y su escudero, el brasileño Barrichello, dominaron la carrera a placer, de principio a fin. Tanto, que incluso se permitieron el lujo de entrar pegaditos para el deleite de los suyos.

En el tercer concierto de la temporada, Ferrari puso los violines y Alonso, la percusión. El español, que partía, tras unos pésimos entrenamientos, desde la 16 posición de la parrilla, rodeado de hambrientos rivales --tipo el australiano Mark Webber (Jaguar, 14º), el brasileño Felipe Massa (Sauber, 13º), el italiano Giorgio Pantano (Jordan-Ford, 15º) y el austriaco Christian Klien (Jaguar, 12º)--, arrancó como es habitual en él, por sorpresa, con contundencia y agresividad. Klien --"que seguro que pasó la noche pensando cómo fastidiarme", comentó molesto el asturiano-- lo arrinconó contra el muro nada más apagarse el semáforo. Y así hasta que, en la tercera curva del trazado, logró destrozarle el alerón delantero, obligando a Alonso a entrar en su taller antes de concluir la primera vuelta, incorporándose en penúltima posición del pelotón a casi un minuto de Schumacher.

A partir de ahí, y mientras Ferrari afinaba poco a poco sus instrumentos, acelerando a rabiar y arrinconando a los demás a razón de más de un segundo por vuelta --Juan Pablo Montoya (Williams-BMW), que era quien les perseguía, perdió muy pronto de vista a las balas rojas --, Alonso decidió convertirse en el gran protagonista de la carrera.

La remontada, histórica --"sí, puede que haya sido una de mis mejores carreras", dijo con modestia--, tuvo tres momentos espectaculares, de lo mejor del gran premio, junto a la explosión en llamas del motor Mercedes del McLaren de Kimi Raikkonen, la rotura de la flecha plateada de David Coulthard y el choque entre Ralf Schumacher (Williams-BMW) y el BAR-Honda de Sato.

GRAN CARRERA El resto de elogios fueron para Alonso. "Ha hecho una carrera maravillosa, digna de un campeón", aseguró Patrick Faure, presidente de Renault. "Es único, sólo él puede protagonizar una remontada así", suspiró Flavio Briatore, responsable del Renault F-1.

Las tres imágenes para la gloria de Alonso fueron así: en la vuelta 21, cuando superó a Massa tras pisarle los talones y ponerlo nervioso durante 7 kilómetros; en el giro 31 cuando, tras abroncarle por su antideportividad, fulminó a Webber; y en la vuelta 51, cuando clavó los frenos, desesperado al no poder adelantar al poderoso Honda de Sato, que acabó alejándose por caballos.

El resto fue todo rojo. "Ahora volvemos a Europa y espero que Ferrari lo tenga allí más difícil", comentó Alonso. ¿Más difícil? La scuderia gana con los ojos cerrados.